¡Qué triste final el de Álex Rodríguez!

Por: Antonio Andraus Burgos

Su talento y condición física, y sus innatas capacidades, no necesitaban del apoyo de nada distinto, al de jugar el béisbol con sacrificio, disciplina y consagración.

No fue hace mucho tiempo, cuando dijimos en una nota que lo que más nos dolía en el caso de Álex Rodríguez, no era tanto su sanción disciplinaria sino el escarnio público al que se verá enfrentando, sobre todo, por ser un pelotero latinoamericano, aun cuando haya nacido en Nueva York.

Álex Rodríguez

Álex Rodríguez

Sus vaivenes deportivos estuvieron supeditados a un orgullo que en nada le favorecía, y antes por el contrario, lo perjudicaban; sus condiciones como atleta, no necesitaba de nada distinto, a consagrarse a disfrutar del juego, a ser disciplinado dentro de los diamantes como fuera de ellos, y a mantener el sacrificio que todo buen deportista debe tener para llegar a la cúspide, porque la consagración estaba a la vuelta de la esquina.

Pero además, porque mintió, y eso, probablemente, jamás podrá ser olvidado por sus críticos, por quienes de una u otra manera, lo tenían en la mirilla de la controversia, lo desfiguraron por completo en su carrera deportiva, empañada hasta más no poder, al serle comprobado que una vez más había recurrido a sustancias extra deportivas, para rendir un poco más, si es que efectivamente lo obtuvo, deportivamente hablando.

Si él públicamente había admitido que había consumido elementos químicos para mejorar sus condiciones, ‘’pero eso fue cuando jugué con los Rancheros de Texas’’, en los años del 2001 al 2004, confesión que lo dejó mal parado para los comentaristas del béisbol de los Estados Unidos y sus implacables opositores, porque ciertamente los tenía y muchos de ellos se los había buscado él mismo, para qué volvió a caer en las garras de los esteroides, las hormonas de crecimiento, y que sé yo, cuantas otras cosas para ofrecer mejor rendimiento sobre los diamantes.

No contento con esa posición, se envalentonó para controvertir, en primera instancia, la sanción impuesta por el Comisionado del Béisbol de las Grandes Ligas, Bud Selig, de una suspensión de 211 partidos; y ahora, en segundo término, frente a la decisión proferida por el árbitro, Fredric Horowits, la cual, en nuestro lego saber y entender, es de obligatorio cumplimiento, con 162 partidos de suspensión en la pelota organizada, intentando llevar su caso al conocimiento de la justicia federal, en donde, creemos nosotros, neófitos en materia de códigos, artículos, normas y leyes de los Estados Unidos, tampoco encontrará nada distinto a que la sanción es inapelable, pues el arbitraje, en este caso, acogido tanto por la Organización del Béisbol de las Grandes Ligas como por el Sindicato de Peloteros, una entidad ciertamente bien poderosa, no puede ser desechada de la noche a la mañana, siendo como se presume que es, una forma de definir las controversias que se presenten entre las partes, claramente establecido entre ellas.

Triste final

Para muchos, Álex todavía tiene mucha cuerda para jugar el béisbol, y para otros tantos, no muchos por cierto, cuenta con las habilidades físicas y deportivas para terminar jugando su contrato con los Yanquis de Nueva York.

Nosotros, sin embargo, nos apartamos sideralmente de esas opiniones. Creemos que ni lo uno ni lo otro, ya tienen cabida en las condiciones regulares de A-Rod, dado que su declive empezaba a exhibirse desde mucho antes de que cayera en los problemas físicos que lo disminuyeron en sus condiciones de salud y deportivamente en sus últimas actuaciones con el uniforme de los ‘’Bombarderos’’ del Bronx, y, adicionalmente, después de los 40 años, ¡ah! difícil que es volver a tomar el ritmo beisbolero, cuando se ha estado por fuera de los diamantes una temporada completa.

Es probable que pueda volver a jugar, no dudamos de ello. Es posible que lo haga con los propios Yanquis de Nueva York o con otro equipo, algo que tampoco entramos a discutir. En lo que sí terciamos dentro de la discusión que se está presentando, persuadidos más por la experiencia que por cualquiera otra consideración, es que Álex Rodríguez dejó de ser desde hace un buen tiempo, el pelotero perseguido por las miradas de los aficionados, los técnicos, los jugadores rivales y la prensa deportiva especializada en las cosas del béisbol.

Y si no, recuerden aquella silbatina que le ofrecieron en la noche del 5 lunes  de agosto, en que volvió a la actividad de pelota, en el parque U.S. Cellular Field, de los Medias Blancas de Chicago, tras su reaparición en el 2013, ya con la sanción encima pero apelada ante el árbitro, luego de estar ausente por su nueva intervención quirúrgica a la cual había sido sometido en su cadera. Fue tan ensordecedora y tan elocuente, que jamás alcanzamos a pensar ni a dimensionar que se produciría tal rechazo de la afición a un jugador de béisbol.

En el primer turno de esa jornada, despachó un raquítico inatrapable al bosque izquierdo, tras una oferta del lanzador zurdo colombiano de los Medias Blancas, José Quintana;  para luego ser dominando por el mismo serpentinero en los dos siguientes turnos, y acumular un ponche, en su última aparición sobre el plato, frente a un lanzador relevista.

Los Yanquis de Nueva York perdieron esa noche por tablero de 8 carreras por 1, y la reaparición de Álex Rodríguez, fue tan lánguida, que lo único que se recuerda de esa noche, fue la rechifla de que fue objeto, por la multitud que llenaba el parque de pelota.

Gran puntillazo

Lo repetimos, con el corazón arrugado como una uvita pasa: nos duele en lo más profundo del alma todo lo que ha envuelto a Álex Rodríguez, porque es un pelotero latino, porque a nuestro modo de ver las cosas, no tenía necesidad alguna de utilizar esos elementos químicos, cuando sus condiciones naturales eran más que suficientes para ungirse como uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos. Pero él le hizo caso más a su ego que al normal transcurrir de la vida, quizás también a quienes lo aconsejaron, tal vez sin malas intenciones, pero corriendo enormes riesgos que, al final de cuentas, se lo han cobrado con creces.

La estocada final de la historia, el gran puntillazo, se lo acaba de dar el señor Anthony Bosch, quien era el propietario de la Clínica Biogénesis, de la Florida, la misma que le  suministró sustancias dopantes no solamente a Álex Rodríguez, sino a una docena de peloteros más, quienes aceptaron las sanciones que le fueron impuestas en su debida oportunidad por el alto Comisionado del Béisbol de las Grandes Ligas, al declarar en un programa de televisión que él mismo, el propio señor Bosch, se encargaba de inyectarle las sustancias para que el pelotero ofreciera mejores rendimientos en los diamantes beisboleros.

Bosch, creemos nosotros, no tiene por qué decir mentiras, y mucho menos confirmar que recibía la suma de doce mil quinientos dólares mensuales (US12.500.oo) como emolumentos profesionales que le cancelaba Álex de manera puntual, indicando además, que los elementos estimulantes se los aplicaba de manera tan consensuada, que era una estrategia que se desarrollaba anticipadamente por minutos, antes de salir a cumplir con los partidos con el tradicional uniforme de los Yanquis de Nueva York, lo que le permitía, al concluir las acciones, a no ofrecer rastro alguno de las sustancias prohibidas en los exámenes de laboratorio a que era sometido, al azar, como ocurre con cualquiera otro pelotero.

Contra todo el mundo

Tristeza da saber igualmente, que ahora Álex se va lanza en ristre contra todo el que no esté con él, algo que demuestra una vez más que su arrogancia lo obnubila en grado sumo, y que lo hace pensar en cosas siderales, de la fantasía que la produce su propia egolatría, sin poner los pies sobre la tierra, y pensar que, como un simple ser humano, se equivocó y que los errores se pagan bien caros.Si pensara con menos humos en su cabeza, tendría el valor de aceptar que el poderoso Sindicato de Jugadores, no pudo hacer más de lo que ha hecho por él, y que las pruebas aportadas por la organización de las Grandes Ligas y en manos del árbitro, Fredric Horowitz, no pudieron ser más fehacientes y elocuentes, que debe darse por bien servido que en vez de los 211 encuentros de suspensión, la pena le fue disminuida a los 162 desafíos de la campaña de este 2014.

Cuando dice, a voz en cuello, que no se sintió bien representado por el Sindicato de Jugadores, Álex no solo comete una gran injusticia contra una organización que tuvo el coraje de declarar una huelga en 1994, suspendiendo las actividades de las Grandes Ligas aquel 12 de agosto de ese fatídico año para el béisbol, dejándose de jugar la Serie Mundial, con un sabor agridulce para la pelota organizada, que jamás será olvidado, tanto entre sus propios peloteros, como entre sus simpatizantes, narradores, comentaristas, periodistas, técnicos y hasta los propios dueños de las novenas, y que lo ha respaldado en todo lo que ha sido menester.

‘’Está desesperado´´, ha señalado el hoy miembro del Salón de la Fama y destacado dirigente del sindicato de peloteros, el afamado lanzador zurdo, Tom Glavine, en una sencilla reacción al conocer que Álex demandó a la organización que agrupa a los jugadores, sindicato que ha recibido propuestas plenamente desechadas por la entidad de algunos peloteros, para que lo expulse de la agremiación; al tiempo que David ‘’Big Papi’’ Ortiz, el bateador designado de los Medias Rojas de Boston, tan amigo como muy pocos del popular pelotero de los Yanquis de Nueva York, le ha enviado un mensaje público, aconsejándole que acepte los errores ‘’y que vuelva al béisbol –si es que vuelve, anotamos nosotros – con la mente despejada, sin pensar en nada distinto al juego, que lo pasado no lo tiene que repetir y que siga adelante´´.

Para la historia

Quienes de alguna manera estamos cerca del béisbol de las Grandes Ligas, creemos sinceramente que Álex Rodríguez aumentará la lista de peloteros que, por sus numeritos, deben pertenecer al Salón de la Fama, pero que por sus actuaciones fuera de los diamantes, jamás serán exaltados a la ciudad de los inmortales.

Su tarjeta de compilación beisbolera lo muestran como grande entre los grandes, pero un asterisco negro al lado de su nombre, de por vida, lo mantendrá alejado de las papeletas que le permitan ir, un poco más adelante, a ocupar un nicho en Cooperstown.

En estos momentos, Álex contabiliza 2.939 indiscutibles, en su prolongada carrera de casi 20 años en las Grandes Ligas, a sólo 61 imparables para llegar a la mágica cifra de los 3.000 incogibles; con sus 9.818 turnos oficiales al bate, promedia 299 a la ofensiva, a una milésima de los 300, otra marca válida para pensar en la inmortalidad; con sus 654 tablazos de cuatro esquinas, a solo 6 de igualar el registro del inolvidable Willie Mays, quien con 660 ‘’bambinazos’’ es el cuarto jonronero de todos los tiempos en el béisbol de las Grandes Ligas, y a siete para ocupar esa casilla, detrás de Barry Bonds, quien tiene 762 cuadrangulares anotados; Hank Aaron, con 755 ‘’vuelacercas’’ y el siempre presente precursor de los tablazos de cuatro esquinas,  Babe Ruth con sus 714 batazos de circuito completo, tendría asegurado su nombre entre los mejores jonroneros de todos los tiempos; con sus 1.969 carreras impulsadas, está a 31 rayitas de arribar a las 2.000 anotaciones fletadas, con cuyo registro se coloca en la quinta posición en el prolongado historial de la pelota en las mayores, en donde el ébano Hank Aaron es el gran líder, con 2.297 carreras empujadas; escoltado por el sempiterno Babe Ruth, con 2.213 anotaciones impulsadas; luego sigue el controvertido Barry Bonds, con 1.996 producidas, y por la leyenda y jamás olvidado Lou Gehrig, con 1.995 carreras fletadas hasta el plato.

El béisbol de las Grandes Ligas jamás podrá desaparecer como por arte de magia los numeritos en los anales de la historia de lo que hizo Álex Rodríguez en todos los parques de pelota de las mayores, pero en cambio, su nombre será olvidado a la hora de las votaciones, por quienes tienen a su cargo la elección de los inolvidables del Rey de los Deportes para incrustarlos, en letras de oro, en el Salón de la Fama de Cooperstown.

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