Madonna: Atrevida sensual, exigente, escandalosa, incendiaria e irreverente

A pesar de  sus  54 años, bien vividos y bien usados, la Reina del Pop, es una mujer llena de vida que conmueva con su música.   La rebeldía de este ícono de los escenarios, es el resultado de una niñez oprimida y llena de necesidades. Esta semana hará dos conciertos en Medellín y seguramente dejará mucho de qué hablar entre los paisas.

Leo nacida un 16 de agosto, rebosante y enérgica, Madonna Louise Verónica Ciccone prefiere la música barroca (Vivaldi, Bach, Haendel), pero sobre un escenario se vuelve incendiaria del rock y no se detiene ni cuando los músicos dejan de tocar. Corre, salta y se contonea mientras agradece los aplausos…

Aunque pareciera que su secreto de la felicidad está en cada nuevo cambio de apariencia, vestimenta o corte de cabello, simplemente afirma que es su forma particular de expresión personal. Es la explosión de su rebeldía hacia una libertad que le fue negada cuando de niña tenía que vestir uniformes «estilo monja», en un colegio católico. Y ¡a verdad es que esta mujer de excesos y de constantes renovaciones, ha convertido a las revistas de moda en magazines excéntricos cada vez que aparece con sus vestimentas estrafalarias

Madonna ha renovado totalmente su «look» más de cuarenta veces en cinco años. Y nadie lo ha hecho mejor que ella con excesos de ornamentación, de crucifijos y cofres colgantes, cadenas rococó, rosarios o pilares de brazaletes plásticos que le cubren el brazo. Ha llevado el cabello mono, plateado, rojizo, café, negro, largo, cortó, liso, crespo, y en maquillaje, ha pasado del pintoreteado al pálido blancuzco cargado de polvos, sin dejar atrás la cara totalmente limpia.

De la pobreza a la fama

Parece que cuando escogió cruces y símbolos cristianos para vender erotismo con música rock, no lo hizo por simple casualidad. Todas esas extravagancias le vienen de la educación, estrictamente católica que recibió enfrentada a la personalidad excéntrica con que nació, contagiada, también, por los grandes gestos de su cultura ancestral italiana (es nieta de emigrantes), combinada, además, con la estética dura y sucia de su ciudad natal, Bay City, Estados unidos.

Como Bay City es una ciudad cercana a Detroit y en Detroit sonaba la música negra por cada rendija, la pequeña Louise bailoteó feliz por las calles, hasta que la muerte prematura de su madre, una canadiense francesa (Madonna tenía siete) la obligó a conocer muy de cerca el dolor y a tomar la vida en serio. Poco se entendió con su madrastra, y siendo la tercera de ocho hijos, desde muy

Corta edad comenzó a usar sus dotes de coquetona para ganarse el amor de su padre, Tonny Ciccone. Pero, pronto tuvo que pensar en su futuro por ella misma y decidió estudiar piano, ballet y jazz.

Bastante desprendida de sus hermanos y de su padre, muy especialmente cuando éste se volvió a casar, se fue enganchando poco a poco con la farándula y con el trasiego de bailarines y cantantes de tercera fila. Hoy estaba aquí, mañana allí. Un día hacía una prueba en un club y al otro se iba de pueblo en pueblo.

Después de tres semestres de estudios de ballet en la universidad de Michigan, fue a parar a Mueva York con sólo 35 dólares en el bolsillo. Moviéndose entre la gente de la danza, un día le brotó la suerte.

Madonna, de quien todos pensaban usaba ese nombre por artístico (en realidad era el mismo de su madre), se planteó una carrera con tales ambiciones que no tardó en filtrarse por los pasillos y despachos de los «fabricantes» de música hit disco.

Ya había grabado un par de elepés y había hecho algunas giras por Europa acompañando a varios grupos musicales, cuando el manager de Michael Jackson la cogió e hizo famosa. Al estreno de Buscando a Susan desesperadamente, todos adivinaron que sería una estrella de los ochenta y cuando Who’s that girl? (¿Quién es esa chica?) se convirtió en la canción de moda y arrasó en las listas de venta, Madonna ya era la vedette rubia de esta nueva era. La vampiresa ambigua, escandalosa y procaz que llenaba los estadios con conciertos de música rock como las grandes figuras.

Hoy, algunos críticos de rock internacional confiesan que ningún otro concierto pop les fatiga tanto como los de Madonna, pero que pocas veces han estado frente a un material tan explosivo como el de ella.

¿Quién es esta chica?

Parece que esta «corporación en forma de carne», como la bautizó un ejecutivo de Walt Disney, es fundamentalmente una astuta mujer de negocios,  una máquina de hacer dinero, que tiene mucho interés en seguir perpetuando ese misterio que ha montado, esa nebulosa de rumores que la rodea. Muchos se preguntan si es lesbiana, si de verdad tiene cáncer o si en realidad es tan chabacana y lujuriosa como parece. Si es sincera cuando se desata en declaraciones  sacrílegas  y  anticatólicas, como cuando dice que «la iglesia católica es una hipócrita, desagradable y sin amor» o que «los escritos de los santos tienen páginas totalmente eróticas». Quizás todo esto sea pura cuestión de mercadeo.

En fin, esta es la Madonna que hoy se perfila como una mujer que ha sabido explotar su imagen. La divorciada del actor Sean Penn. La perdidamente enamorada de Warren Beaty (Dick Tracy), con quien protagonizó la película, ahora dé moda, y de quien quiere tener un hijo. La magnética con cruces o sin ellas. El AS de la provocación que ha ganado millones de dólares vendiéndose como fenómeno estético.

Cultiva su imagen de pecadora y tras la obsesión permanente de renovar su «look», tiene montada toda una maquinaria de hacer dinero. Hoy cumple treinta y ocho años y sigue vendiéndose como si tuviera quince.

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