¡La música y el sabor latino en Houston!

El pequeño gigante venezolano, José Altuve, el Más Valioso de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana. El cubano, Yuli Gurriel, en su salsa. El boricua Carlos Correa, con todo su sabor. El mexicano Roberto Osuna, probando lo que es. Y los Astros, a la Serie Mundial.

Por Antonio Anadraus Burgos
José Altuve )Foto: ElDiario NY).

José Altuve (Foto: ElDiario NY).

La fiesta terminó para los Yanquis de Nueva York y su tropa en este año en las Grandes Ligas. ¡Será para el próximo! y no se diga más, por ahora.

La música y el sabor latino, con toda su intensidad, con toda su clase, con su auténtico valor deportivo, tuvo como escenario a Houston. ¡Y la fiesta continúa!

Los Astros van a la Serie Mundial frente a los Nacionales de Washington, los campeones de la Liga Nacional, tras derrotar en cuatro de los seis partidos de la ronda por el campeonato, a los Yanquis, en una final por el título del circuito que todo el mundo esperaba, y cuyo desenlace, bien equilibrado por cierto, fue dramático hasta el último out de la última entrada.

‘’Los jonrones de hoy no ganan el partido de mañana’’, sostenía el inolvidable y sempiterno Babe Ruth, cuando se refería a las derrotas que acumulaba su equipo amado, los Yanquis de Nueva York.

Eso fue exactamente lo que le ocurrió en esta nueva oportunidad a los ‘’Bombarderos’’ del Bronx. Cuando ganaban, hubo imparables, cuadrangulares oportunos, impecables jugadas defensivas; pero surgía el error, la mala jugada mental, la carencia de una jugada sorpresa, del oportuno indiscutible del rival, del dominio del lanzador para amarrar a la artillería rival, aparecía la derrota. Eso sin contar los malos lanzamientos de los serpentineros y en otras ocasiones, la pérdida de la pelota por el receptor.

En los Astros, en cambio, cuando la estantería se le venía encima, sacaban arrestos de donde nadie lo esperaba, sus peloteros exprimían a los serpentineros rivales, exploraban las bases por bolas, y casi siempre, daban en el clavo.

No era uno, eran dos

Ese cuadrangular de José Altuve, el pequeño gigante venezolano y segunda base de los Astros, va a quedar en la retina de cientos de miles de aficionados que observaron el sexto partido de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana, como una de las acciones más dramáticas que se hayan producido en un partido de béisbol.

Pero antes de irnos a ese breve análisis, porque ya casi todo está dicho, sobre la final de la Liga Americana, seamos sinceros con el béisbol: a los Yanquis no les faltaba una victoria, eran dos triunfos los que necesitaban para llegar a la Serie Mundial.

Si se imponían en el sexto, la final se empataba a 3 juegos ganados por cada novena, y entonces, en el séptimo también tenían que derrotar a los Astros.

Es que los Yanquis perdieron dos de sus tres desafíos en Nueva York, cuando la final se trasladó al ‘’Yankee Stadium’’, y fueron precisamente los encuentros tres y cuatro, por pizarras de 4-1 y 8-3, y en este último, en donde cuatro errores defensivos acabaron con las esperanzas de poder igualar la serie 2-2, con dos yerros del segunda base venezolano, Gleyber Torres, y otros dos del primera base, D.J. LeMahieu, dos de los peloteros más destacados de la novena.

En esos dos partidos es, en nuestra humilde opinión, en donde los Yanquis pierden el norte y se colocaron contra la pared, dejándole espacio suficiente a los Astros, que juegan un béisbol bastante caribeño, en ventaja para regresar al ‘’Minute Maid Park’’ a rematar la faena.
Y así, efectivamente ocurrió, pese a que los Yanquis vapulearon en el último en su casa, al estelar as derecho de los Astros, Justin Verlander, con racimo de 4 carreras en la primera entrada, con tablazos de circuito completo de D.J. LeMahieu, con las bases limpias; y otro, con dos compañeros en la ruta de Aaron Hicks, que fueron más suficientes para ganar el desafío y para implantar una marca en el béisbol de las Grandes Ligas, frente al futuro miembro del Salón de la Fama en materia de lanzadores.

Béisbol moderno

Roberto Osuna (Foto. archivo Mediotiempo)

Roberto Osuna (Foto. archivo Mediotiempo)

Los que pertenecemos a la vieja guardia del análisis del béisbol no nos hemos acostumbrado al béisbol moderno que se quiere implantar, desechando las cosas ‘’pequeñas’’ que resultan ‘’grandes’’ a la hora de desarrollar los juegos.

El toque de bola desapareció de los diamantes; el robo de las almohadillas, está por fuera de toda consideración; el bateo y corrido, es una especie en extinción; el elevado de sacrificio para remolcar una carrera desde la antesala; y ni digamos del toque de bola de sacrificio, que tantos buenos dividendos ofrece cuando los partidos están cerrados, para fabricar la carrera que empata o que puede ganar un juego.

Ahora todos los peloteros desplazan con una desaforada contundencia el madero para ‘’irse pa´la calle’’ y nada mas. Para nosotros, la picardía, el sabor auténtico a béisbol, se está acabando, y el éxtasis que producen dichas jugadas, ya están ‘’en el cuarto de San Alejo’’.

Cierto es que el jonrón es una de las formas ofensivas de cambiarle el panorama a un juego de béisbol, pero no es menos cierto que es una de tantas acciones que por intentarlo, producen mas abanicados que cualquiera otra jugada. Si la Liga Americana tiene al bateador designado dentro de sus normas, es para darle oportunidad a los ‘’cazadores’’ de lanzamientos para enviarlas fuera del diamante, pero en otros casos, bien vale la pena evaluar hasta dónde se puede llegar en la búsqueda de ese tablazo de circuito completo, cuando un partido está apretado y se pueden utilizar otras armas defensivas para superar al rival.

Por eso nos divertimos tanto, cuando el receptor boricua de los Astros, Martín Maldonado, sorpresivamente tocó la pelota, y pese a la acción del receptor dominicano, Gary Sánchez, de los Yanquis, alcanzó la primera base.

Alta y afuera

Con el partido 4-2 a favor de los Astros, A.J. Hinch, el estratega de la novena, trajo para cerrar el noveno a su estelar taponero, el mexicano Roberto Osuna, quien perdió la opción de salvar el juego, pero finalmente resultó ganador del mismo.

Osuna acepta un imparable del colombiano Gio Urshela pero luego liquida a Brett Gardner por la vía del ponche. Y D.J. LeMahieu la saca del estadio, apenas por encima de la barda del bosque derecho. El juego se empata a 4 carreras.

Cuando se creía que había béisbol gratis en este sexto juego, por lo menos para un episodio más, el taponero cubano de los Yanquis, Aroldis Chapman, después de colgar los dos primeros outs, otorga base por bolas a George Springer y viene al bate el pequeño gigante, José Altuve.

El venezolano le pesca una bola alta y afuera pero dentro de la zona buena a Chapman, y la pelota la estrella contra la pared del bosque izquierdo, para sellar la victoria de los Astros y catapultar a su novena, una vez más, a la Serie Mundial.

Un final dramático, de esas emociones que solo el béisbol produce en cientos de miles de pasajes que hay en un juego del Rey de los Deportes.

Jugadas de sensación

En los cinco encuentros por el título de la Liga Americana, hubo jugadas de alto calibre, con actuaciones brillantes por parte de los jugadores de ambas novenas. Pero debemos rescatar tres o cuatro que se presentaron en el sexto partido.

La sensacional atrapada en el bosque derecho de Josh Reddick ante batazo complicado de Brett Gardner, con dos compañeros en la ruta, en la sexta entrada, cuando la pelota se encaminaba a caer sobre la gramilla.

Y la otra mágica, por decir lo menos, de Michael Brantley en el bosque izquierdo, sobre un corto batazo de Aaron Hicks, que atrapó lanzándose contra la gramilla y luego, con fusil en mano, sacar out en la primera base, a donde retornaba Aaron Judge, quien avanzaba hacia la intermedia creyendo que la bola era incogible, en el séptimo episodio, para un inolvidable doble out.

La doble matanza en el octavo, corriendo hacia segunda Didi Gregorius con roletazo a la segunda almohadilla del dominicano Gary Sánchez, en una impecable acción de tres latinos: Altuve atrapando la pelota para enviársela al campo corto, el boricua Carlos Correa, para el primer out; y luego del guante de Correa al primera base, del cubano Yuli Gurriel, para completar la acción.

Batearon más…

Pero ganaron menos. Eso le pasó a los Yanquis en los juegos de la serie, porque tuvieron ofensiva de 214, con 44 indiscutibles en 206 turnos; incluyendo 10 tablazos de circuito completo y 5 dobletes; 21 carreras remolcadas; 22 bases por bolas recibidas, pero 64 de sus hombres abanicaron la brisa y apenas se estafaron 3 bases.

Los Astros batearon menos pero produjeron más. Despacharon 36 imparable en 201 turnos, para ofensiva de 179, menos que los Yanquis; incluyendo 8 cuadrangulares, dos menos que los Yanquis, y 4 dobletes, uno menos que sus rivales; impulsaron 19 carreras de la 22 que fabricaron, una más que sus contrincantes; recibieron 27 bases por bolas, 3 más que los Yanquis; 54 de sus hombres abanicaron la brisa, 10 menos que sus rivales; y se robaron 2 almohadillas, una menos que los Yanquis.

La gran cuota latina

Carlos Correa (Foto: archivo The New York Times).

Carlos Correa (Foto: archivo The New York Times).

Le quedaron debiendo a los aficionados tanto de los Yanquis como de los Astros, la buena acción beisbolera de jugadores de la talla de Brett Gardner, con 136 con el bate y 10 ponches; de los dominicanos Gary Sánchez, con 130 de promedio ofensivo y 12 de ponches recibidos y Edwin Encarnación, quien apenas bateo para 056 y 11 turnos abanicando la brisa, los tres de los Yanquis; del cubano Yordan Alvarez, con lánguido promedio de 045 a la ofensiva y una docena de ponches; y del receptor venezolano, Robinson Chirinos, quien se fue en blanco en 13 turnos al bate y abanicó la brisa en 6 ocasiones, los dos de los Astros.

Pero José Altuve, cuya clase y talento son indiscutibles, además de ser el Más Valioso de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana, fue el mejor bateador de los Astros, con 8 inatrapables en 23 turnos, para 348 con el bate, incluyendo 2 ‘’bambinazos’’, incluyendo el tablazo frente a Chapman para decidir el sexto desafío, 3 remolcadas, 6 anotadas y 4 bases por bolas.

El segundo a la ofensiva de los Astros, fue Michael Brantley, con 7 imparables en 23 turnos, para 304 con el bate.

D.J. LeMahieu fue el mejor a la ofensiva, de los Yanquis, con 9 indiscutibles en 26 turnos, para 346, con 2 jonrones, 3 remolcadas y 6 anotadas, 3 bases por bolas y 2 ponches.

El colombiano Gio Urshela, además de todo lo impecable que lució a la defensiva, con fenomenales acciones, a la ofensiva con los Yanquis, tuvo 238 de promedio al bate, con 5 inatrapables en 21 turnos; 2 tablazos de circuito completo, 2 impulsadas y 3 anotadas; 2 bases por bolas recibidas y 2 ponches aceptados.

En los Astros, además de Altuve, el boricua Carlos Correa, quien no fue consistente pero sí oportuno con sus batazos, tuvo ofensiva de 182, con 4 inatrapables en 22 turnos, con 2 cuadrangulares, 5 carreras empujadas, 2 anotadas, negoció 3 bases por bolas y se ponchó en 9 oportunidades.

Por ese mismo corte, pero valioso en los momentos difíciles, el cubano Yuli Gurriel marcó ofensiva de 125, con 3 indiscutibles en 24 turnos; 1 tablazo de circuito completo, 4 remolcadas, 1 anotada, 1 base por bolas pero no abanicó la brisa en ninguna oportunidad.

Finalmente, la cuota latina en la Serie por el Título de la Liga Americana, se completó para los campeones del circuito, en el brazo del mexicano Roberto Osuna, con 1-1 y 3.60 carreras limpias por juego, trabajando en cuatro partidos en cinco episodios, para 2 carreras limpias, un jonrón permitido, 1 base por bolas y 4 abanicados.

Hubo campaña, alegría, risas y carcajadas en el camerino de los Astros, los campeones. Caras largas, tristeza, abrazos conmovedores, algunas lágrimas y, por qué no decirlo, una reacción deportiva de aceptar una derrota a regañadientes, en la banca de los Yanquis, casi que solitarios.

Qué bueno es saber que cuando aparecen las derrotas, el bus de la victoria tiene buena música y cupo para todo el que quiera, pero para quienes padecen el revés, no existen dolientes…

De Perogrullo: ganaron los Astros y van a la Serie Mundial. Y los Yanquis perdieron, porque uno de los dos iba a ser perdedor, frente a un digno rival, que ahora pocos quieren reconocer.

¡Qué lástima!

 

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