Esperanzas con los mayores

Colombia empieza el año con nuevas perspectivas hacia la Copa América y las eliminatorias. El encuentro contra España sirvió para encontrar un grupo de base, sólido, maduro, moldeable y prometedor. Hay que trabajar en el problema del gol. El papelón de los juveniles en Perú crea desconcierto y acelera debate sobre continuidad de Eduardo Lara.

RUFINO ACOSTA R.
(rufinoa42@hotmail.com)

Para qué negarlo: existía en el ambiente una especie de temor poco disimulado por la suerte de Colombia ante España. El propio técnico, Hernán Darío Gómez, había admitido que era un juego de alto riesgo para el futuro del equipo tricolor. A la postre, sin embargo, se convirtió en alentador factor de impulso dentro de los planes renovadores hacia la Copa América 2011 y las eliminatorias mundialistas.

Selección Colombia

Fue un partido aleccionador por mil razones. Colombia encontró el camino que buscaba con un grupo homogéneo, equilibrado, sólido, maduro, serio y de espíritu solidario. El fantasma del desorden se fue de vacaciones. Todo el mundo dio a entender que estaba listo para realizar la tarea. Se admite el impacto emocional por la derrota, algo natural, pero subyace el convencimiento de haber entrado en una onda prometedora.

Era lógico que se montara una estrategia para romperle los circuitos a los ibéricos, acostumbrados a sacar de casillas a sus rivales con el toque letal. El plan dio resultado y el gol de último instante, a cinco minutos del final, aunque pudo servirle de alivio y temporal alegría al ganador, no tuvo fuerza suficiente para resquebrajar la imagen positiva de Colombia como rival en crecimiento.

España se encargó del balón, con el estilo habitual aunque lejos de las ráfagas que lo impulsaron en Sudáfrica 2010, mientras Colombia se agazapaba para establecer la talanquera impenetrable. Una defensa recursiva y aplicada, con el liderazgo de Mario Alberto Yepes, le sirvió de punto de apoyo incansable al poblado medio campo donde la batalla era sin tregua.

Conseguido el objetivo de mantener el cero, el equipo nacional pudo, inclusive, llegar varias veces a los predios de Iker Casillas hasta crear singulares momentos de angustia para España. Si no hubo humo blanco fue casi siempre por la proverbial anemia goleadora que todavía hace estragos en el fútbol colombiano de sus diferentes categorías.

Colombia estuvo varias veces cerca de causar un cataclismo cuando se puso a tiro de cañón y parecía inevitable el golpe en la red. Pero las malas decisiones del artillero a la hora de rematar, la acción del portero o balones a las nubes, se confabularon siempre para evitar el canto del cisne.

Queda el sabor de una faena correcta, dentro de las circunstancias ya señaladas en materia de ataque, que debe servir como acicate para lo que resta de la preparación colombiana. Gómez y su cuerpo de colaboradores pueden sentir cierta dosis de alivio, porque se vislumbra lo que será la base del plantel definitivo con capacidad competitiva.
Habrá que insistir en el aspecto de la ofensiva. Así como hay instructores de porteros, de algo debería servir que se acuda a consejeros para capear el temporal de la orfandad en la artillería. El apoyo científico también podría cumplir su función, con la ayuda de la psicología, para calmar ansiedades y contribuir al ejercicio sereno de una acción certera y efectiva.

La obviedad indica que mientras no se invente otro mecanismo para ganar partidos, el gol será instrumento indescartable. Por ello, es preciso apelar a todos los recursos técnicos y humanos que faciliten su producción.

Hernan Dario Gómez

A Gómez y sus colegas de banco les corresponde persistir en la misión de afinar detalles para que la orquesta no pierda el ritmo. Los encuentros que se realizarán durante el mes de marzo, en canchas asiáticas, deberán servir para ofrecer luces adicionales que aclaren el camino dentro de esos propósitos de auge y progreso en los diversos frentes de trabajo.

No se fue por las ramas. Francisco Maturana, director técnico para el desarrollo de fútbol colombiano (ese es el cargo oficial), dijo que por encima del marcador apretado y del buen papel de Colombia, no cabe hablar de satisfacción en el banco nacional. La derrota siempre duele. «Queremos un espacio en el escenario del fútbol y no lo podemos encontrar cuando perdemos» aclaró tras ser consultado por Gabriel Meluk en el diario El Tiempo. El matiz lo desliza cuando acepta que «el equipo estaba dolido por haber perdido,pues su mayor esfuerzo no alcanzó, pero con esa actitud uno desde afuera queda con un poquito de tranquilidad para el futuro» (1).

El profesional chocoano admitió en el mismo periódico que se percepción de las derrotas va más allá de la anemia ofensiva o simple falta de gol. «La gente se queda con el despliegue o la ilusión, pero desde el punto de vista técnico hay que estar más consciente de la realidad y no es justo cobrarle a la definición. Hay una serie de conceptos que hay que fortalecer o aclarar. No es, simplemente, que el balón no entró. Hay que buscar el desarrollo del plan de juego y de c construcción, que es lo que hace la diferencia» (2). Es un punto de vista que sirve para robustecer la discusión y encaja a cabalidad dentro del análisis que le corresponde. Aquí no se ha dicho la última palabra.
Debe recordarse que el balance de las cifras todavía resulta negativo para Colombia. Después de nueve partidos internacionales (es como prefiere llamarlos el español Vicente del Bosque), muestra un promedio que apenas llega al 37.03% en materia de rendimiento, producto de 2 victorias contra cuatro empates, tres derrotas, siete goles a favor y siete en contra para 10 de 27 puntos factibles.

Lo bueno es que tales números empiezan a perder su fuerza negativa si se contrastan con la imagen que dejó el equipo nacional frente a España. Cabe suponer, con razonable optimismo, que poco a poco quedarán en el olvido. La ilusión vuelve a tener sentido en el porvenir del cuadro tricolor. ¿Caemos en los linderos del exceso, en una nube de peligroso triunfalismo? Es posible, y por ello nunca conviene dejar de lado la obligación de permanecer alertas para que el barco siga con buen viento y buena mar. Cuando surja un tropiezo habrá que decirlo sin reservas ni contemplaciones, con la lógica y elemental idea de que se subsane.

Otro punto de equilibrio en la nota crítica lo ofrece el ex jugador barranquillero Javier Castell, quien pide mesura tanto para el elogio como para la opinión discordante. En una de sus columnas habituales para El Heraldo, alude al déficit de gol, y reitera que Colombia tendría que aprovechar los encuentros internacionales para realizar ensayos que ayuden a resolver los avatares del ataque, tras dar por sentado que su fortaleza defensiva siempre ha estado ahí, y sólo requiere mantenimiento. He aquí el centro de su comentario:

«Tanto ayer como hoy Colombia se defiende bien. Todos defienden. Ayer y hoy no gana. Ninguno convierte goles. Ya aprendió una forma más de cómo no se hacen las cosas para ganar, la mirada positiva de lo que algunos llaman fracaso. Es hora de probar otros procedimientos, otras vías, otro ideario. Quizá también otros protagonistas. Muy coincidente con estas líneas queda, al final del partido, la reflexión de Maturana: «España está preocupada y ganó. Quiere decir que quieren seguir siendo los mejores. Colombia perdió….» (3). Es otra voz, un enfoque distinto y valioso para el intercambio de opiniones sobre el proceso de la selección tricolor.

El desaliento juvenil

A escasos cinco meses del mundial para jugadores menores de 20 años en campos de Colombia, el desaliento hace estragos en el seno de la selección criolla y se enrarece el clima positivo que lo rodeaba antes del suramericano en Perú.

Selección Colombia juvenil

El plantel de los menores quedó atorado en una zanja profunda, nunca pudo salir de ella y pagó las consecuencias con una clasificación angustiosa para el hexagonal y el último puesto en el mismo, lejos de la calidad de favorito que lo acompañaba.

Los números son desoladores y el vivo retrato de la crisis: nueve partidos, apenas un triunfo, 3 empates y cinco derrotas, 8 goles a favor, 16 en contra y un promedio general del 22.22% en rendimiento. Ni para comparar con el impresionante despliegue de Brasil, campeón del torneo (81.48%), clasificado para Colombia y Londres al lado de Uruguay. Argentina y Ecuador completaron el lote mundialista.

La ausencia del gol fue notoria, pero esta vez pesaron más otros ingredientes que se relacionan con la condición física y anímica. La moral del grupo sufrió un mazazo desde la ronda eliminatoria. El apuro para avanzar desnudó las primeras señales de lo que sería el desplome definitivo. De ahi en adelante no tardó en esfumarse la opción de ir al torneo de los Juegos Olímpicos en Londres 2012, el único objetivo concreto que justificaba los afanes. Lo demás era de trámite y preparación hacia el mundial.

Perdido el rumbo, poco a poco se fue consumando la tragedia. Colombia entró en barrena, y a pesar de los esfuerzos del técnico Eduardo Lara, quien hacía cambios para cada partido y ensayaba todo tipo de estrategias, jamás logró enderezar las cargas. Algunos jugadores se preocupaban más por pelear con la crítica que por su actuación en la cancha, y hoy se sabe también que varios se pavoneaban ante sus compañeros con actitudes de niños ricos y malcriados. El desbarajuste completo.

Al buscar excusas para el papelón, se habló de la fundamentación técnica, de la extracción humilde de los jugadores y sus falencias alimenticias, de la supresión de la norma obligatoria para alinear a los menores de 19 años y hasta del egoismo de los individualistas, asi como el eterno divorcio con el arco. En últimas, ante el paso arrollador de los hechos, no hubo manera de eludir el bulto. Colombia ocupó el último puesto, y ni siquiera le cabe el consuelo de poder alegar que lo importante era tomar vuelo para buscar un puesto de honor en la cita mundialista.

Entre otras cosas, vale la pena agitar el debate para cerrarle el paso a quienes siempre se escudan en que lo esencial será «después». Con ese criterio, la opción de asistir a los Juegos Olímpicos entraba en segundo plano frente a la dimensión del Sub20 en Colombia. Tal postura raya con lo inaceptable. Primero porque el olímpico (al que no va Colombia desde hace 19 años) es un campeonato de indiscutible valor competitivo; y segundo, tal vez lo más importante, porque el deber de dar la batalla en cada desafío no admite renuncias anticipadas.

En el país se ha pretendido poner de moda ese sambenito. Cuando las uvas están verdes, entonces se acude al recurso ya señalado. Por eso conviene seguir firmes para evitar que haga carrera tal falacia. Cuando un técnico se embarque en semejante despropósito habrá que ponerlo en evidencia.

Eduardo Lara

Eduardo Lara quiso escurrirse en algún momento por aquella vía. Se vio en la obligación de frenar en seco, arrollado por la avalancha del fracaso que nadie esperaba tras 18 meses de trabajo. En el cuento también se asomó el técnico mayor, Hernán Darío Gómez, con un tibio respaldo a la discutida tendencia. La enseñanza es que nunca debe haber techos inalcanzables para el talento humano.

Gómez quizás entiende hoy, por ejemplo, que la Copa América encierra su propia valía, y mal puede ser una simple etapa de ensayo con destino a las eliminatorias. El compromiso de afrontarla con entereza y la decisión de luchar por un saldo decoroso, son indeclinables. Al fin y al cabo no se trata de situaciones excluyentes, es decir, es factible obtener una buena preparación mientras al mismo tiempo se pone empeño por la victoria. Fuera embelecos o paraguas oportunistas.

Lo que viene ahora para los juveniles encierra el rigor de lo decisivo, clave y fundamental. No estaba resuelta la continuidad de Eduardo Lara y mucho menos la de sus asesores. Aunque un relevo a estas alturas, cuando estamos casi a las puertas del mundial, parecía impensable, flotaba la duda en el ambiente del fútbol y tampoco sonaría extraño si se producía el revolcón. Además, podrían terciar también los pobres resultados de la gestión del técnico durante los últimos seis años, con eliminaciones en un Sub17, dos Esperanzas de Toulon y tres Sub20.

Lo seguro y relevante es que habrá cambios sustanciales en el plantel. Deben llegar refuerzos como el centrocampista James Rodríguez y el delantero Luís Fernando Muriel, quienes actúan en Europa, y será indispensable una operación amplia de salvamento para que Colombia aborde la dificil campaña con una cara diferente, lejos del pesimismo que hoy la invade.

Con Lara o quien fuere, la aspiración colombiana no contempla una rápida despedida del torneo. No es, por lo general, lo que suele suceder con el país sede, cuya presencia en las rondas centrales hace parte esencial de la fiesta deportiva. De ahí que la conformación de un combinado que imponga respeto, sea punto inclaudicable. Lo malo es que hay poco tiempo. El plan de rescate no admite demoras.

Alzas y bajas en el boxeo

Jesús "Cuchilla" Geles

Algunos comentaristas, como el colega Raúl Porto Cabrales, creen que el bolivarense Jesús Cuchilla Geles, monarca interino minimosca OMB, no llena los requisitos suficientes para ser considerado un púgil de alta competencia. Puede ser un juicio severo, pero tiene el peso de profesionales que saben de boxeo y no suelen andarse con remilgos a la hora de opinar.

Al púgil bolivarense le tocará volver al gimnasio, con dedicación y disciplina, y enmendar fallas de orden técnico y físico. Debe ajustar la guardia y afinar los golpes para conseguir mayor contundencia. Esperamos que asimile la crítica, no se pierda en la polémica inútil ni se deje obnubilar por los reflejos de la fama, efimera y engañosa.

Los temores sobre un reinado de escaso alcance por parte de Geles, surgen de las experiencias recientes con otros monarcas colombianos, cuyos momentos estelares a duras penas llegaron a una o dos defensas. De ahí la historia de los campeones de pacotilla o de cristal, para ser menos crudos. Tal vez con Geles el curso sea diferente.

Entre tanto, suenan campanas en la zona de los prospectos. La referencia es para el superagallo vallecaucano Jonathan Romero y el peso ligero antioqueño Darley Pérez, ambos imbatidos en el trajín profesional. Después de revisar los videos sobre sus peleas del pasado 5 de febrero en Cartagena, no vacilamos en ratificar conceptos sobre el potencial campeonil de ambos pegadores. Desde luego, son jóvenes y todavía tendrán que corregir algunos aspectos de orden técnico y físico, pero sin duda van por el sendero indicado.

El vallecaucano Romero, quien venció al duro mexicano Marío Macías para conquistar el título latinoamericano OMB que estaba vacante, muestra talla, alcance y facilidad para los desplazamientos. No es un típico noqueador, su capacidad mayor está en el golpe repetido y certero. Pega, hace daño y sale. Como dice su técnico Orlando Pineda, le falta confiar más en su talento y fortaleza. Tiene 23 años de edad y un acumulado de 15 victorias.

Pérez, de San Juan de Urabá, con 27 años, sobre 1.70 de estatura, es agresivo y hace valer el poder de sus puños con capacidad adormecedora. Debe entender que no siempre se puede ganar por la vía rápida. Se mueve con rapidez y muestra buena reserva física. Se impuso ante el venezolano Alejandro Heredia, quien a pesar de su mayor alcance no pudo evitar los embates del colombiano. Pérez ya suma 19 triunfos en su naciente carrera.

Para un deporte que tiene un pasado glorioso, Romero y Pérez se asoman como legítimas opciones del presente para una era de reconquista.

Tiros cortos

*Reconforta el regreso de la esbelta pertiguista rusa Yelena Isinbayeva a los desafíos de las alturas. Se tomó un descanso y cuando daba la impresión de haber perdido impulso, volvió a la brega más fuerte y decidida. A los 28 años de edad, acaba de demostrar en Donets, Ucrania, que su reinado sigue vigente. Con un salto de 4.85 metros puso la base para la búsqueda de nuevas hazañas. Su último registro global fue el 28 de agosto del 2009, con 5.06 metros. Si bien la cuenta se estacionó en 27 marcas, no ha renunciado al reto de superar él número de saltos excepcionales impuesto por el ucraniano Sergei Bubka. Pasar de 35 es algo que la desvela. Sus próximas apariciones se producirán en Estocolmo y París. El cielo es su techo.

*En buena hora se produjo el viraje para la suerte de Teófilo Gutiérrez, el goleador barranquiillero, cuya carrera estuvo en serio peligro después de la frustrante experiencia en canchas de Turquía. Problemas de adaptación a las costumbres de aquel país derivaron en una crisis emocional para el jugador, provocaron su apresurado regreso y fueron causa de un fuerte reclamo por incumplimiento de contrato. Gutiérrez permaneció varios meses en la capital del Atlántico, sometido a tratamiento médico (terapia psicológica), mientras su representante buscaba fórmulas de arreglo con el club Tranbzospor, dueño de sus derechos deportivos. Los dirigentes del Junior trataron de entrar en una especie de repesca, sin éxito, en tanto que el Once Caldas también hacía esfuerzos fallidos por conseguir sus servicios. Al final fue el Racing de Avellaneda, Argentina, el que dio en la clave. Ahora, Teófilo, de 25 años, espera que el aire gaucho le devuelva la sonrisa y reavive su romance con las redes.

*La demolición del casi derruido coliseo de El Campín en Bogotá, por encima de la nostalgia y los lamentos de quienes lo miran como un monumento intocable, tendrá que abrirse camino tarde o temprano. Las autoridades del Distrito Especial, aunque advierten que no hay una decisión sobre el particular, dejan abierta la posibilidad de echarlo a tierra para levantar un nuevo centro multifuncional o multipropósito. Es una de las pocas salidas que ofrecen los estudios de los expertos. Estimamos que el antiguo escenario, golpeado por el abandono a que fue expuesto durante varios años, vive horas extras en su forma actual. Lo más práctico, contra la respetable opinión de quienes piensan lo contrario, sería construir un nuevo espacio, con el lleno de todos los requisitos modernos para que sea funcional, amplio y cómodo. Cuando llega la hora del cambio, renovador, no hay más remedio que ajustarse, a menos de que se trate de un descomunal desproposito, por cruel que parezca. Así lo hicieron, entre otros, los veneradores de obras míticas como el estadio de los Yanquis de Nueva York o el legendario Wembley de Londres.

*No es entendible la actitud del Junior de Barranquilla frente a los deseos del equipo de la Universidad Autónoma de jugar como dueño de casa en el viejo estadio Romelio Martínez. Se impuso un repudiable veto con el respaldo abierto de la Dimayor y del propio municipio, dueño del escenario. ¿Cuáles son los argumentos para esta absurda discriminación con la nueva divisa de la primera B? Hasta ahora no hemos escuchado o leído nada convincente. Que perjudica al Barranquilla, filial del club tiburón, que se daña la grama con tanto trajín o que hay derechos adquiridos, son alegatos de poco peso, alejados de la congruencia y del sentido de la justicia. Es inexplicable que Coldeportes no haya intervenido en este absurdo capítulo de las cosas increíbles que ocurren en Colombia. El Romelio Martínez, inaugurado en 1934, fue declarado monumento nacional en octubre de 1995.

*La desbandada de los patrocinios que afecta al golfista Tigers Woods no parece tener freno. Paga un elevado precio por sus aventuras de casanova y el millonario divorcio. Con el retiro del apoyo financiero que le hacía Golf Digest, la principal publicación especializada en el deporte de los hierros y las maderas, llegó a cinco la cuota de los desertores publicitarios de algún nivel. Ya habían adoptado la misma decisión, asustadas por el huracan de mala fama que hacía estragos en el entorno de Tiger, compañías como Gillette, Accenture, AT&T y Gatorade, entre otras. El contrato con la revista no figuraba entre los más jugosos, con 1.65 de dólares millones por año, pero su deserción podría un efecto colateral demoledor. Como pudo, el decaído rey del golf asimiló el golpe y escribió una amable nota de despedida, en la que señala: «es tiempo de cambio y ahora lo único que deseo a mis amigos de Golf Digest es la mejor de las suertes y que continúen con el éxito de siempre». Como quien dice, elegancia y buenas maneras, o, en carta blanca, le tocaba. Woods trabaja intensamente por recuperar su mejor ritmo y acallar los ecos de una vida extra conyugal tormentosa. Su tarjeta está complicada.


(1) Diario El Tiempo, 13-02-2011.
(2) Idem.
(3) Diario El Heraldo de Barranquilla, 13-02-2011.

Sobre Rufino Acosta

Periodista y abogado. Se inició en el programa Deporte al Día, de La Voz de Santa Marta, en 1960. Trabajó con El Informador de la capital del Magdalena entre 1961 y 1964. Fue corresponsal de El Espectador en 1964 y desde 1965 hizo parte de la redacción deportiva en Bogotá, hasta su retiro en 1998. Estudió Derecho en el Externado de Colombia (1965-1969). Afiliado al CPB y Acord Bogotá.

Comentar