El calentamiento global y la ética de la indignación “Hemos pretendido ser como dioses frente a la Tierra”: Antonio Elizalde

Por: María Luzdary Ayala V.

Antonio Elizalde

Antonio Elizalde

El va de un lado para otro con su male­tín informal. Parece un poco tímido, pero una vez roto el hielo del saludo, resulta un conversador excepcional. Se jacta de haber ganado un lugar importante en la lista de los intelectuales ambientalistas a quienes hace unos años tildaban de locos y hoy los aplauden. Se jacta también de llegarle con su lenguaje sencillo y cargado de anécdotas, a los jóvenes estudiantes de su Universidad la Bolivariana de Santiago de Chile, de la cual es rector desde 1996- y de otras instituciones del mundo entero, porque con frecuencia es invitado a dictar charlas sobre educación y ambiente. De hecho, colabora como profesor invitado en universidades de España, Colombia, Bolivia, Argentina, Brasil y Venezuela. Es el sociólogo chileno Antonio Elizalde.

Su preparación e interés por los temas ambientales lo convierte en una voz autorizada para tratar y dar opiniones al respecto. En esta oportunidad habla, por ejemplo, de ética de la indignación, algo que en sus palabras es el compromiso de cada ser humano a decir basta, si no queremos seguir construyendo la muerte del planeta. Él, como promotor de esa ética de la indignación, con­sidera que hasta ahora ha sido consecuente con su discurso.. «Vivo en una casa modesta, en un barrio modesto -Independencia-, cerca de mis hijos, he sembrado árboles, he escrito libros…»

Sobre la actitud del hombre frente a la tierra, el caos al que nos veremos avocados si no reaccionamos a tiempo y su gratificante y exitosa tarea de interesar a los jóvenes estudiantes en la inmensa responsa­bilidad ambiental que tenemos con nuestro planeta, las siguientes son sus opiniones.

¿Cómo ve la tierra?

La veo bien, lo que veo mal es nuestra actitud, la de los seres humanos, porque en definitiva tenemos que superar la visión antropocéntrica con la cual la hemos manejado y de la cual una expresión muy evidente es la ideología del progreso en la cual estamos inmersos. Los humanos hemos pretendido, mediante la conciencia y el desarrollo de la razón, transformar lo que nos rodea a nuestra imagen y semejanza. Hemos pretendido ser como dioses, que todo se adapte a nosotros.

¿Qué está pasando con la tierra por esa visión antropocéntrica, por ese facilismo de los seres humanos, cuando nos vemos ya frente al calentamiento global?

Nuestra presencia en el planeta no va a alterar su identidad, lo que sí va a alterar es la existencia de la vida, las formas vivas ya se están viendo alteradas.

¿Cuál es su percepción en torno a nuestra presencia «consumista» en la tierra?

Bastante pesimista. Si uno ve la extinción de varias miles de especies al año, es grave. Lo que hacemos mediante la homogenización es destruir la diversidad. Vamos contrapelo de lo más precioso que ha ocurrido en el proceso del universo. Todo camina hacia la muerte. En el fondo, en ese proceso, nosotros somos la vida consciente, de alguna manera estamos construyendo la muerte del universo. Sobre la base de consumir otra energía.

Desde el llamado Protocolo de Kyoto, se prendieron en el escenario mundial las luces de alarma sobre el fenómeno del cambio climático. Desde entonces, ¿qué tanto se ha logrado sensibilizar a la humanidad?

Treinta años atrás yo era una voz predi­cando en el desierto, la gente se preguntaba ¿de dónde salió este loco?. Hoy por hoy me aplauden y me invitan a eventos que nunca imaginaría, escenarios empresariales, políticos, incluso a escuelas de economía. En ese contexto ha habido avances. El problema es que son avances demasiado lentos. Yo lo que veo es que este desafío que nos plantea el calentamiento global, que de alguna manera ha sido más manifiesto que otras transforma­ciones planetarias que se están produciendo, relacionados con solidificación, desastres naturales preocupantes, que son más o me­nos evidentes. En ese contexto ha sido un elemento muy positivo, tomamos conciencia que estamos transgrediendo el límite. Hay crecientes sectores que toman conciencia, Pero a pesar de ello hay una tendencia que tiene una determinada velocidad.

Una de las críticas que nos hacen a los medios de comunicación es que estamos generando pánico con algo que no es tan terrible, ¿qué opina?.

Yo diría, siguiendo a Várela, que todo depende del punto de vista del observador. A una persona que la asaltan en su casa, eso le parece algo terrible. Y se queja porque no presentan la noticia con suficiente despliegue. Otra persona, se pregunta por qué destacaron tanto un robo, cuando es algo que ocurre todos los días. Yo creo que cuando se busca una perspectiva más amplia, que es lo que tiene que hacer un intelectual, de pronto veo que la prensa no releva suficientemente la gravedad del problema.

Entonces, ¿nos hemos quedado cortos?

la situación.

la situación.

Absolutamente cortos. Allí surgen lo que dicen que si se genera esa situación hay crisis. En el fondo, yo no he creído que la presen­tación de un escenario catastrófico produzca desmoralización. Tenemos muy poco tiempo para evitar situaciones catastróficas que nos van a conducir indeclinablemente hacia la deshumanización. Estamos como en el Titanic. En el momento en que se está hundiendo el barco nos vamos a deshuma­nizar. En ese momento nadie va a tener en cuenta que primero las mujeres, ni los niños llegaremos al primitivismo. Va a surgir un afán de supervivencia que va a gravar aun más la situación.

¿Cómo ve usted a la sociedad en general frente al calentamiento global?

Veo dos cosas. La situación se resuelve con cambios individuales y cambios colectivos. Todos tenemos responsabilidad y tenemos que hacer lo nuestro. Yo, por ejemplo, tengo ciertos hábitos de limpieza. Cuando tengo un papel sucio lo transformo en una pelotita. Años atrás terminaba botando las pelotitas, casi en secreto, por ahí…hasta que un día pensé: ¿qué pasa si los más de 7.000 millones de seres humanos nos dedicamos a botar pelotitas en la calle?. Ahora me controlo, la guardo hasta llegar a un sitio donde pueda botarla. En esa perspectiva somos siete mil millones de seres humanos que en nuestro quehacer cotidiano estamos consumiendo una cantidad impresionante de energía. Si uno dijera podemos reducir la energía que consumimos en 10-20% es impresionante lo que podemos lograr.

En un país como Colombia, recuerdo una conferencia en términos de nivel de consumo de los más ricos y más pobres. El nivel de consumo del 10% de la población, la más rica, prácticamente es equivalente a lo que consume la cantidad de habitantes del país, que puede llegar a 40 millones de personas. ¿Qué es lo que ocurre? Los primeros tienen que aportar, los que consumen más. Una vi­vienda de un rico en este país, cuando se gasta 2.000-3.000 metros cuadrados de césped, una casa que tiene 6-8 habitaciones y cada integrante de la familia tiene un vehículo. ¿A quién se le pasa la cuenta?: finalmente, a la gente pobre, gente común y corriente…

¿Cuándo ha sentido usted la ética de la indignación frente a lo que nos pasa?

Años atrás, en Colombia, el manifiesto por la vida que movilizó a millones de colombia­nos a pie; la ruta pacífica de los indígenas del Cauca, las enormes movilizaciones ciudada­nas en España para decirle no a la guerra: las movilizaciones en Estados Unidos contra la guerra en Irak. En el fondo, puede que no pase nada, pero después la realización le pasa la cuenta. Yo creo que eso nos debe llevar a que cada vez haya más y más manifestaciones. Recuerdo que en Chile, aún en la dictadura, hubo una enorme movilización cuando pasó un barco con plutonio, por el estrecho…debido al riesgo que implicaba por irradiación.

Esta ética de la indignación debe llevarnos a entender que determinados tipos de cuestiones son socialmente inaceptables, ostentaciones de consumo que vemos cotidianamente. Recuerdo que un obispo en Chile, en época de dictadura envió una carta que era un escándalo que en matrimonios celebrados en determinadas iglesias, se gastaban lo que un trabajador chileno necesitaba varias vidas para ganarlo.

¿Qué va de esa ética de la indignación a la acción misma?. Porque somos muy dados a decir unas cosas pero a hacer otras…

En las cosas que escribo yo planteo lo que siempre digo: primero, cambiar los lentes con los cuales vemos la realidad. Un economista ecuatoriano, Alberto Acosta, presidente de la Constituyente de Ecuador, contó el cuento de una familia adinerada que va con el hijo a ver una familia campesina.

Juanito, ¿te gustó?, pregunta el papá.
Si, contesta el hijo.
¿Aprendiste?
Si
¿Viste lo que es ser pobre?

Si, vi que nosotros tenemos piscina y ellos un arroyo; nosotros, una muralla; ellos viven a campo abierto. Sobre todo, papá, aprendí que los padres están disponibles para los hijos, no como tú y mamá, que casi nunca están con nosotros. Gracias por permitirme descubrir lo ricos que podemos llegar a ser.

En el fondo la gente vive obsesionada por tener dinero en función de que lo quieran. . .Los humanos hemos perdido el sentido de la vida. La cultura capitalista construye un modelo de hombre que lo que importa es el éxito, en función de qué, para qué. Porqué no dedicarnos desde ahora a querernos en lugar de sacrificar nuestra vida. …Son tan simples las respuestas. Hagamos lo que hay que ha­cer. Disminuyamos la cantidad de agua que consumimos, dejemos de obsesionarnos con tanto jabón, preocupémonos por encender y apagar las luces, por desconectar los equipos eléctricos…

¿Qué países son los de mostrar en materia de responsabilidad con el medio ambiente?

Los países escandinavos, donde combinan adecuadamente la libertad con cierta capaci­dad para estimular la creatividad.. .donde la gente respeta las regáis de juego, los acuerdos colectivos. Suecia, Noruega, Escandinavia, son excelentes ejemplos, donde en definitiva están situados los principales núcleos de consumo verde, consumo ético. También en los nuestros, donde se mantiene la cultura campesina, afrodescendiente, indígena.

¿Qué tanto éxito ha tenido entre los jóvenes con su labor pedagógica para sensibilizarlos frente a la preservación de la tierra?  

Bastante. Precisamente me emocionó mucho que unos muchachos de la Universidad de Córdoba, se acercaron para invitarme a la Universidad. Yo les dije: páguenme el pasaje, yo conozco la U. y voy gratis por ellos. No quiero sentirme con el ego inflado, pero es la mejor manifestación que les llegó lo que yo dije. ¿Cuál es la receta? Yo me paso mucho en internet, convivo con mis nietos, tengo una capacidad de comu­nicación intergeneracional grande. A mí me queda fácil llegarle a la gente.

¿Cómo ve la responsabilidad de los jóvenes chilenos frente a temas como este de la protección del planeta?

Ha aumentado muchísimo, hay cantidad de gente joven que se está metiendo en esto, creo que por lo menos mi planteamiento es que nosotros tenemos que entender que la sustentabilidad es algo que está indisolubremente asociado a la solidaridad intrageneracional. Tenemos que ser solidarios con todas las formas vivas del mundo. Creo que allí hay una cuestión que es un eje vital. Muchachos orientados a cuestión política, predican la energía…Y a la inversa, los dedicados a defender especies, han sido concientes que también es importante que no se maten los indígenas de la amazonia

¿Cree que hay una nueva generación verde?

Sí claro. Aquí en Colombia está, por ejemplo, un muchacho de Manizales, Felipe Ángel. Ellos se han multiplicado, aportan información más docta. Nosotros nos hemos hecho por el camino, ellos son gente que maneja teorías contractuales de ecología. Los viejos ya somos inmigrantes digitales; los niños, nativos ambientales, esa es la nueva generación. Gente que le apuesta al derecho ambiental. Hay una generación académica mucho más grande?

(Tomado de la revista Ecoguia) 

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