Adiós malaria

Tres millones de seres humanos tendrán una nueva esperanza de vida cada año, gracias a un destacado colombiano que no se ha cansado de laborar en procura de ese objetivo, pese a las malas jugadas de que ha sido objeto, por la envidia, codicia y rivalidad, de propios y extraños.

El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo había avanzado en la obtención de una vacuna contra la malaria, producida sintéticamente, con una efectividad superior al 60 por ciento, pero era necesario elevarla. Mucha gente trató de desconocer ese esfuerzo e innumerables los que llegaron a descalificarlo. Llegaron a negarle los recursos que el Estado le venía aportando para su trabajo científico. España lo apoyó, empezando por la reina, gracias a lo cual Patarroyo no desmayó en su empeño por entregarle a la humanidad una vacuna con todas las de la ley y dejar las bases para otras que se pueden lograr químicamente y a precios irrisorios.

El científico y su admirable equipo siguieron trabajando sin cesar, venciendo todos los obstáculos habidos y por haber, hasta que llegaron a una efectividad del 95 por ciento, cuyos resultados fueron presentados ante la Comunidad Científica Europea en Barcelona.

El mundo pobre está de fiesta, porque el colombiano logró lo que se venía esperando desde hacía mucho tiempo. El mosquito anofeles perderá su tiempo cuando la vacuna de Patarroyo se masifique y millones de seres humanos que habitan las zonas tropicales, logren inmunizarse.

La malaria se ensaña especialmente en los niños menores de cinco años y cobra la vida a cerca de tres millones de personas cada año. La zona africana abajo del Sahara es la parte del mundo en donde mayores estragos causa la malaria, pero en Colombia, en muchas zonas, especialmente las selváticas y húmedas, los casos se registran por millares. Hay épocas en que se requiere tener mucho cuidado cuando se sale a las zonas vacacionales, porque se corre mucho riesgo de ser picado por los zancudos anofeles.

Con tesón, constancia, tenacidad y empeño, Patarroyo continuó su tarea y derrotó a la manada de enemigos de su trabajo, entre los que se encontraban algunos laboratorios, que no querían que la vacuna se convirtiera en propiedad de la humanidad, como lo ha prometido el científico. Ahí está el resultado de esa perseverancia para beneficio de todos. Quedan en capilla, enfermedades, como la tuberculosis, el VIH y tantas más que amenazan a millones de personas. Patarroyo, seguirá actuando.

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