Una fiesta esperada en Boston durante 95 años

Los Medias Rojas de Boston se alzaron con la corona de la Serie Mundial 2013, al ganar el sexto juego frente a unos alicaídos Cardenales de San Luis.

Fue Babe Ruth la gran estrella para que los Medias Rojas de Boston ganaran en 1918 la Serie Mundial en el hoy vetusto Fenway Park, uno de los escenarios más emblemáticos del béisbol de las Grandes Ligas, con 101 años de servicio.

Después de una espera de 86 años, los Medias Rojas triunfaron en el Clásico de Otoño de 2004, frente a los Cardenales, pero barriéndolos en cuatro desafíos, incluyendo el último que tenía como escenario la casa de la novena de San Luis.

Lo mismo ocurrió en el 2007, cuando los Medias Rojas cargaron con el título de la Cita de Octubre, derrotando en esa oportunidad a los Rockies de Colorado, igualmente en cuatro partidos, desarrollando el último partido en el parque de pelota de los campeones de la Liga Nacional.

Y este 30 de octubre de 2013, los Medias Rojas volvieron a superar a los Cardenales de San Luis, para cargar por tercera ocasión en menos de 10 años, con la corona de la Serie Mundial, pero en esta ocasión, jugando ante 38.447 espectadores, que colmaron el Fenway Park, para celebrar una conquista que tuvo una espera de 95 años, al ganar el sexto juego y acumular cuatro victorias de la Cita de Octubre.

Cuando ciertamente no eran los favoritos, los Medias Rojas manejaron todos los momentos oportunos del juego, para producir las carreras necesarias que, a la postre, los condujeron al triunfo frente a unos alicaídos Cardenales de San Luis, cuyos bates se silenciaron en el momento menos propicio y cuando más necesitaban de ese inatrapable que definiera anotaciones a su favor en el tablero.

Un favoritismo que no se dio

El béisbol es el juego en donde, aun cuando las pelotas vienen en cajitas cuadradas, ella es redonda, y por mucho que se esfuercen las estadísticas, tan frías y elocuentes como lo son, jamás podrán derrotar a la realidad del juego dentro de los diamantes.

¿Cómo se puede explicar que teniendo los Cardenales un mejor guarismo a la ofensiva en la Serie Mundial, al acumular promedio de 224 contra 211 de los Medias Rojas, la divisa de Boston se lleve los honores del tradicional clásico del béisbol de las Grandes Ligas? Difícil de explicar si nos aferramos a los numeritos, pero fácil de comprender cuando se analiza otro aspecto estadístico de la ofensiva: los Cardenales batearon para 167 cuando tuvieron corredores en posiciones anotadoras, dejando un número exagerado de hombres esperando remolque en cada uno de los seis compromisos.

Los Cardenales, a nuestro modo de ver el béisbol, y así lo expresamos, eran nuestros favoritos, por la tarea brillante de sus serpentineros, tanto abridores como relevistas, pero cuando su lanzador estrella, Adam Wainwrigth, abre el primero y el quinto juego, y los pierde, ¿con qué se la juega la novena de allí en adelante, cuando los restantes brazos de la nómina eran ciertamente novatos?

La luz de esperanza quedó abierta para los Cardenales cuando le pellizcaron el ponqué a los Medias Rojas en su propia casa, al vencerlos en el segundo juego 4 carreras por 2, frente al veterano John Lackey, a uien vapulearon en  ese compromiso, siendo el mismo que laboró en este sexto partido, y en donde se coronaron campeones de la Serie Mundial. Y así lo señalan las estadísticas: en cuenta final del Clásico de Otoño, el equipo que muestra ventaja de dos ganados y uno perdido, en este caso, los Cardenales, fue ganador de la Cita de Octubre en 37 de 55 oportunidades, y en 11 de las 12 últimas confrontación, antes de que los Medias Rojas volvieran a probar que una cosa son los numeritos y otras, las oportunidades del juego para aprovechar todo lo que ofrezca el rival en los momentos oportunos.

Y eso, ni más ni menos, fue lo que pudieron demostrar una vez más los Medias Rojas de Boston, que volvieron a encarar el béisbol con un bateo oportuno, con peloteros que sabían explotar con su astucia, en los momentos cruciales, y si no, pregúntense ¿cómo fue posible que Jacoby Ellsbury, luego de ser sorprendido fuera de la primera almohadilla por el relevista zurdo, Kevin Siegrist, en el quinto episodio del seto partido, pudo retornar al cojín pese a que cuatro peloteros lo estuvieron persiguiendo para ponerlo out?.

O se acuerdan de aquella otra jugada, –sin olvidar la obstrucción en el noveno episodio del tercer partido, cuando Allen Craig anotó por la acción defensivamente inexplicable de Xander Bogaerts, en la ‘’esquina caliente’’ para dar por terminado de manera abrupta el desafío–, cuando en el noveno capítulo del cuarto encuentro, Kolten Wong, corredor emergente por Allen Craig, es sorprendido en la primera base, por el taponero derecho japonés Koji Uehara, cuando había dos outs colgados en la pizarra y estaba bateando Carlos Beltrán, para que también concluyera el choque, cuando con un batazo descomunal del pelotero boricua había muchas esperanzas de empatar el desafío?

Si a todo ello le sumamos las dos o tres oportunidades inmensas que tuvieron los Cardenales para fabricar carreras, incluyendo las opciones con las bases congestionadas, y no lo hicieron, tenemos que concluir en que los Medias Rojas superaron a los campeones de la Liga Nacional en los momentos dramáticos pero oportunos.

Es que en el béisbol, como tantas veces se ha dicho, el que espabila, pierde.

Hicieron la diferencia

No cabe la menor duda de que David Ortiz fue la gran diferencia entre la ofensiva de los Medias Rojas y la de los Cardenales, y su selección como el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, es más que merecido.

Despachar 11 imparables en 16 turnos oficiales, para un astronómico promedio ofensivo de 688, con 2 cuadrangulares despachados, 6 carreras impulsadas, y otras 7 anotadas, y 8 bases por bolas recibidas, 3 de ellas intencionales,  pues no hay mucho más que agregar, pero si para recordar  que el ‘’Big Papi’’ dominicano, en su condiciones de bateador designado, algo que no existía hasta los años 70, rindió frutos hasta más no poder, para guiar a los Medias Rojas al título.

Ortiz supera en esta forma a leyendas indiscutibles de la divisa de Boston, como Ted Williams, Carl Yastrzemski y Carlos Fisk, para apenas citar a tres inolvidables peloteros de los Medias Rojas, que jamás pudieron colocarse entre los dedos de sus manos, un anillo de Serie Mundial, cuando para el dominicano parece que se le está convirtiendo en costumbre, pues ya tiene tres, al ser miembro de las nóminas de 2004, 2007 y 2013, de los campeones de la Serie Mundial, con el uniforme de los Medias Rojas de Boston.

Y que nadie olvide que Carlos Beltrán le robó a David Ortiz un auténtico ‘’bambinazo’’ con las bases repletas, en el segundo episodio del segundo partido que se efectuó en el Fenway Park, porque esos numeritos, de por sí espectaculares, serían entonces ahora simple y sencillamente fabulosos.

Pero con David Ortiz otros peloteros rindieron, y de qué manera, en los momentos en que más lo necesitaba el club.

Dustin Pedroia fue uno de ellos. Defensivamente hizo maravillas, capturando batazos cuando la pelota pedía camino para ser inatrapable, muchos de ellos, cuando los Cardenales necesitaban fabricar rayitas; o despachando el incogible cuando su equipo lo esperaba, para embasarse y luego anotar.

Ni que decir del hawaino  Shane Victorino, dedicado única y exclusivamente a despachar imparables cuando su novena lo esperaba, incluyendo aquel tablazo de cuatro esquinas con las bases llenas contra los Tigres de Detroit, en la serie por el título de la Liga Americana;  y el doblete que estrelló contra ‘’la muralla verde’’ con las almohadillas repletas de compañeros, en el sexto juego de esta Serie Mundial.

Empero, jugadores como David Freese, Jon Jay, Matt Adams, Matt Carpenter, y Daniel Descalso, nunca respondieron a las expectativas que generaron por la forma en que habían actuado en la temporada regular, con el uniforme de los Cardenales de San Luis, cuya capacidad de juego ofensivo jamás exhibieron en el Clásico de Otoño, fuera de no haber podido contar en plenitud de facultades con Allen Graig.

Dos miradas diferentes

Cuando concluyó el sexto juego, Mike Matheny, el capataz de los Cardenales, se le observó con una mirada perdida, fijándose en la gramilla del Fenway Park, quizás buscando una respuesta a la derrota que él como muchos otros, no esperaban, porque él sabía que contaba con un puñado de peloteros que tenían con qué rendir más en una contienda de esta naturaleza.

Pero Matheny y sus asistentes, tendrán que sentarse a pensar y sopesar en dónde se produjo el enfriamiento de los bates, que venían repartiendo inatrapables a diestra y siniestra; en qué momento sus peloteros dejaron de hacer del juego algo divertido, para enfrentar a unos rivales que, dentro de lo normal, debieron ofrecerles más resistencia, tanto a la defensiva como a la ofensiva, y con un cuerpo de lanzadores que, no hay duda de ello, tenía la capacidad de superarse en los momentos cruciales, algo que definitivamente no ocurrió.

Matheny sabe que tiene un equipo con todo el futuro a su favor, por la juventud que tienen sus muchachos, por la calidad que han exhibido y por la forma en que encaran el juego. Pero ya será para otra oportunidad.

En el otro banco de juego, en del equipo de casa, John Farrel saltó de júbilo cuando Koji Uehara colgó el último out de ese sexto juego de la Serie Mundial. Su mirada entusiasta y alegre, le mostraba un panorama victorioso, que ayudó a construir a base de disciplina, de buen trabajo físico y deportivo, aun cuando algunas ligerezas de su parte en la conducción técnica y de estrategia de la novena, seguramente tuvieron que preocuparle en algunas de sus desveladas noches.

Farrel convirtió a una novena que ocupó el frío sótano hace un año en la división Este de la Liga Americana, hecha trizas en su organización interna y deportiva, en una representación competitiva, con muchos peloteros de bajo costo pero con entusiasmo para seguir sobre los diamantes, y con el apoyo de  veteranos que le daban jerarquía al club, pudo enderezar el camino lleno de obstáculos y piedras que había quedado tras el paso por el timón del veterano estratega Bobby Valentine, un año atrás.

Farrel, quien durante cuatro temporadas había sido el instructor de lanzadores de los Medias Rojas, estaba comandando a los Azulejos de Toronto, cuando una negociación en grande, le permitió ponerse al frente de la novena, apenas a comienzos del presente año.

Su trabajo fue realmente impresionante, tanto durante la etapa de los entrenamientos primaverales como en toda la temporada del presente año. Nunca sus Medias Rojas acapararon el favoritismo de los entendidos, hasta cuando se llegó a la primera de septiembre. Pero entonces, se pensó seriamente en que los Tigres de Detroit lo tenían todo para superarlos, y no pasó así.

Tampoco ocurrió frente a los Cardenales, en donde los Medias Rojas de Farrel tenían las opiniones divididas entre los aficionados, pero entre los expertos, los Cardenales tomaron ligera ventaja. Probablemente la plantilla de los Medias Rojas sufra algunas modificaciones para el próximo año, pero por lo pronto, el club se erige como una novena a derrotar.

Y digamos también, de paso, que la hermosa ciudad de Boston hizo la gran fiesta esa noche del 30 de octubre pasado en su patio, tras 95 años de prolongada espera.

Finalmente, tenemos que reconocer nosotros, que el béisbol nos dio otra bofetada, muy merecida por cierto, por andar pronosticando en un juego en donde todo puede suceder antes del último out de la última entrada del último  juego.

Dimos como favoritos para ganar esta Serie Mundial a los Cardenales de San Luis, los campeones de la Liga Nacional. Pero son los Medias Rojas, los triunfadores de la Liga Americana,  los que capturaron la codiciada corona del béisbol de las Grandes Ligas.

Sobre Antonio Andraus

Comentar