Reflexiones al leer una excelente novela histórica «Balboa y el Mar del Sur»

Por: José Ignacio Salcemente Villalón

 Vpdte Academia de Historia de Bogotá

 

Gilberto Castillo

Gilberto Castillo

 

El Autor.

Don GILBERTO CASTILLO, distinguido Miembro de nuestra Academia de Historia de Bogotá, se distingue por una incansable y muy inquieta personalidad intelectual, con una intensa actividad en la que abarca todo un mundo interdisciplinario.

En su  actividad diaria transita con gran éxito en el campo empresarial y científico, en la cátedra universitaria y una destacada vocación y ejercicio como Periodista y Escritor.

También es el promotor de tertulias, convocando destacados personajes de nuestro mundo político y periodístico, para el análisis y  discusión sobre el clima socio-político que vive hoy nuestro país. Me siento muy honrado por haber sido invitado a su más reciente e interesante tertulia.

Don GILBERTO CASTILLO, es dueño de una importante producción como Escritor, en la cual trata sobre variados temas, aportando en mucho al estudio de nuestro acontecer nacional, con sus libros: La reforma agraria en Colombia (1992); La Historia del Cooperativismo en Colombia (1995); Parejas de Papel (1996) y Caminando en el tiempo (2002).

La novela histórica. Balboa y el Mar del Sur.

Con el libro que hoy nos presenta como primicia en nuestra Academia, titulado Balboa y el Mar del Sur, abordando el tema como Novela Histórica, categoría quizá la más difícil y riesgosa en el campo de la disciplina de un Historiador.

Don Gilberto Castilla, al escoger como personaje a Vasco Núñez,  reafirma su conocida definición como Hispanista, concepto en que planamente coincidimos, y debemos insistir para el logro y afirmación de nuestro origen ibérico, básico común denominador, para el logro de nuestra desdibujada Identidad.

En su libro, como en su Nota de Autor registra, crea un imaginario personaje cuyo nombre es  Anayasi, a la que también nomina mejor Caretica, «como me llamaron todos en Santa María la Antigua del Darién», advirtiendo que esta licencia «en nada altera, ni desvirtúa los sucesos, políticos, sociales ni económicos que rodearon el descubrimiento del Mar del Sur«. La afortunada creación de este personaje, «para darle coherencia y estructura a la historia», aunada a la seria, fiel y estricta rigidez historiográfica, sin acudir a comunes y usuales hechos inventados o fantasías históricas, nos coloca a los lectores ante una muy válida y auténtica Novela Histórica.

 

 

Iberoámerica.

El abocar el tema con Vasco Núñez de Balboa como el personaje central, evidencia el espíritu hispanista y el interés del autor en retomar la gesta descubridora y conquistadora de España, como la raíz y tronco de nuestra identidad  iberoamericana. España y Portugal fueron nuestra puerta para ingresar y ser parte de Occidente, de la Cultura Cristiana Europea.

Balboa, como también otros Descubridores y Conquistadores, saborearon el triunfo y la gloria con el encuentro un Nuevo Mundo, luego paradójicamente sufrieron la traición y crueldad, ejecutados por sus propios connacionales.

 

 

Mestizaje y Raza Iberoamericana.

El crear un personaje como Anayasi, o mejor Caretica, marca un hito sobre la gran característica del la colonización Iberoamericana, la creación de una Nueva Raza y un Nuevo Mundo Ibero e Indio, es decir Mestizo, más tarde también Africano, «triétnico» como lo definió Luis López de Mesa.

Con la presencia de este fantasioso personaje, Don Gilberto Castilla nos hace evidente el nacimiento de una Nueva Raza, la Raza Iberoamericana, irreversible simbiosis ibera, indigena y africana, con definidas y precisas características, étnicas y culturales.

Los Conquistadores Iberos llegaron para quedarse, dando origen a Iberoamérica, y mediante el proceso de mestizaje con los pueblos nativos, mal e injustamente continuamente segregados, marginados y perseguidos, aun hoy, llamados “indios”, y también con otra etnias foráneas, también aún hoy segregados y marginados, llamados por algunos despectivamente “negros”, que reconocemos hoy como afroamericanas, – y que por su mestizaje podríamos bien definir como afro-iberoamericanas-, diferentes razas que fueron el crisol de conglomerados humanos tri-étnicos, como bien los denominara así el muy ilustre colombiano Don Luis López de Mesa,[1]


[1]  LOPEZ DE MESA, Luis, «Cómo se ha formado la Nación colombiana» (1934)
   LOPEZ DE MESA, Luis, «Escrutinio sociológico de la historia colombiana» (1956)

subculturas indudablemente iberoamericanas, en que se fundieron Lengua, Religión y Cultura, identificándose en su mestizaje con apellidos españoles, como testimonio válido de la participación en su sangre y herencia la presencia hispana. Esta condición de mestizos es característica en todos los países de Iberoamérica.

Las dos Américas. Nuestra identidad hispana desdibujada.

“La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.”

Gabriel García Márquez
Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982

Una reflexión fundamental debe ser el cómo reconocer y afianzar nuestra IDENTIDAD, con base en nuestras raíces básicamente ibéricas, Religión, Lengua, Instituciones, Cultura, nuestro bien heredado principal común denominador.

Nuestra IDENTIDAD como Iberoamericanos, no nace en 1810, creció en el crisol de tres largos siglos, que se inician el 12 de Octubre de 1492, con el descubrimiento de un inmenso Nuevo Mundo, epopeya ibérica, que ya antes anoté, agigantó, duplicó, el mundo entonces conocido, con tan trascendental hecho, sin precedente, el cual parte en dos la Historia del la Humanidad.

Esas inmensas tierras que luego se llamarían América, una al Norte del continente que sin un nombre distintivo propio, simplemente recurre al genérico apelativo de Estados Unidos, se apropiaría indebidamente, de manera total, del nombre de América, pudiendo en justicia llamarse Estados Unidos de Norteamérica, e identificarse como Angloamérica, tal como nosotros la hacemos al llamarnos orgullosamente Iberoamérica o Hispanoamérica; y esa otra América, también América, tierra en las que puso Colón, como incomparable gran descubridor su primera huella, esa nacida con nombres identificadores como California, Arizona, Colorado, Nuevo Méjico, Texas, La Florida, Nueva España, Nueva Granada, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Río de la Plata, y otros tantos territorios, como también ciudades, con nombres hispanos propios, constituyeron una grande España de ultramar, conformando así las dos orillas de la HISPANIDAD.

Conquistadores españoles recorrieron la totalidad el nuevo gran continente, desde el Estrecho de Magallanes hasta las actuales fronteras de Alaska y Canadá.


[2]  GARCIA MÁRQUEZ, Gabriel, “La soledad de América Latina”, Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982.

Permítanme citar textualmente, del bien documentado libro «Banderas Lejanas»[1], en el que sus autores proponen recuperar el mutuo y gravísimo desconocimiento, tanto por parte estadounidense, como española e hispanoamericana, de hechos que merecen ser rescatados de un mal intencionado olvido y que deben formar parte de la memoria colectiva de Hispanoamérica:

«Españoles fueron los primeros europeos avistar el Cañón del Colorado, cruzaron el río Misisipi, atravesaron las llanuras de Kansas, se internaron en los desiertos de Nevada o fundaron ciudades como los Ángeles, Santa Fe o San Francisco.»

«Antes que Washington o Jefferson, antes de que la colonización anglosajona emprendiera eso que el cine de Hollywood se inventó como «La conquista del Oeste», España ya estaba allí y había combatido o pactado con casi todas las legendarias tribus (apaches, comanches, cheyenes, seminolas, navajos, pueblos siux, etc.) que alguna vez poblaron las praderas, pantanos, y bosques norteamericanos, cuando aún no habían sido exterminadas por quienes llegaron después con  la Biblia en una mano y el rifle en la otra».

«España, sin duda, estuvo allí antes, durante más de 300 años, aunque algunos hayan intentado, y muchas veces logrado, eliminar el dato a toda costa.»

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Tragedia del Colonizador

Estos españoles llegaron a tierras hasta entonces desconocidas, remotas y desarticuladas, luego llamadas América, las cuales configuraron, unidas por un sólo Reino, una inmensa España en ultramar, integrada por los Virreinatos de la Nueva España (1535-1821), el cual inicialmente abarcaba desde Norteamérica hasta Guatemala e incluía las islas Filipinas; el Virreinato del Perú (1542-1824), más tarde el Virreinato de la Nueva Granada (1717-1723) y (1739-1810), y el Virreinato del Río de la Plata (1776–1811).


[3] MARTINEZ LÁINEZ, Fernando – CANALES TORRES, Carlos, “BANDERAS LEJANAS: La exploración, conquista y defensa por España del territorio de los actuales Estados Unidos”, Editorial EDAF, Primera edición: marzo de 2009, Sexta edición: noviembre de 2010. 

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