Rajados II

El problema que tenemos con nuestro sistema de educación pública no es únicamente que seamos el último de los países sometidos a las pruebas de eficiencia. La cosa es mucho más profunda porque esos niños que pasan por las aulas del ciclo de educación primaria sin haber aprendido nada de nada luego se convierten en adolecentes que ingresan al bachillerato y siguen la tradición de la primaria: no aprenden nada.

De allí muchos ingresan a las universidades y otros a alguna formación de carácter técnico o artesanal o, simplemente, consiguen un empleo.

Los que van a las Universidades, especialmente a las públicas,-aunque las privadas son muy pocas las que pasan la -siguen en lo mismo: no aprenden nada porque los profesores están allí por sus ideas políticas; por su lealtad al “partido” o por la razón que sea, menos porque sean profesionales exitosos que puedan ayudar a formar nuevos profesionales. Lo único que pueden hacer, en su enorme mayoría, es acto de presencia en las aulas para transmitir su ignorancia a los alumnos. En las Universidades privadas la cosa, teniendo los mismos efectos, viene de distintas causas.

Allí, por lo que les pagan a los profesores, bien servidos están con lo que tienen pues ningún profesional que tenga un ejercicio medianamente exitoso va a sacrificar horas de su trabajo para que le paguen una miseria mientras la Universidad engorda sin límites sus cuentas bancarias y a ampliar sus inversiones inmobiliarias y financieras. Los que se dedican a la enseñanza son, exactamente los que no han podido abrirse campo ejerciendo sus conocimientos en abierta competencia. Claro que esto tiene excepciones y hay universidades que cobran una fortuna por la matricula, pero brindan una formación excelente a nivel internacional. Pero esta es la excepción y no la regla.

Lo más grave de este panorama es que el país termina  estando  manejado por miles de empleados, burócratas y profesionales que escasamente saben leer y escribir y mucho menos tienen la formación necesaria para pensar y así poder resolver los problemas que, seguramente, a diario deben afrontar en el cumplimiento de sus obligaciones.

De ahí que cada día en Colombia sea más difícil hacer cualquier trámite; conseguir un documento; obtener un fallo judicial  y, en fin, hacer con alguna prontitud y eficiencia todo lo que debe hacerse para poder vivir en una sociedad con normas.

La verdad es que son muy pocas las instituciones y las entidades que funcionan, tanto en el sector público como en el privado, porque ellas no son buenas ni malas, son buenos o malos quienes tienen a su cargo hacerlas funcionar. Prestar los servicios para los cuales fueron creadas o imaginadas.

Pero a nadie, ni siquiera a la sonriente Ministra de Educación parece importarle de verdad lo que sucede. Ella queda feliz con la idea que la culpa es de la Ministra que duró ocho años – y ahora es rectora de una Universidad-y a su vez ésta se consuela pensando en que el culpable fue el Ministro que ocupo la cartera antes que ella y así se teje una cadena de felices ex ministros que termina por diluir por completo la responsabilidad de que tengamos un país caótico y anti funcional.

Mientras aquí no se hagan juicios serios de responsabilidad a quienes viven la vida en medio de la felicidad que da el tener altos cargos del Estado, nada va a pasar y este desorden y esta ineptitud seguirán reinando.

Ya llevamos varias generaciones de incapaces en el Poder los cuales se rodean de otros todavía más incapaces para sentirse menos incapaces. Es la mejor forma de evitar comparaciones que puedan dañar “la imagen” de los personajes públicos. Hasta cuándo va a durar esto? Será que algún día alguien va a enfrentar con seriedad este problema que está minando a fondo las raíces mismas de esta nacionalidad y su, cada vez más, endeble sistema democrático?

Sobre Juan Vitta Castro

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