¿Por qué nos da cáncer?

El cáncer no es nada nuevo y nos ha acompañado desde mucho antes de ser humanos

(Imagen: archivo particular-VBM).

Las palabras tienen un gran poder, y no por cuestiones de magia, sino porque las dotamos de mucho más de lo que los diccionarios pueden captar. Cuando las escuchamos, nos remueven, despiertan en nosotros sensaciones y nos condicionan. No nos dirigen, pero juegan con nuestro timón y, por lo tanto, juegan un papel en cómo transformamos el mundo. Tan solo con escuchar “cáncer”, nuestras alertas se disparan. Es el demonio de nuestro siglo, el monstruo contra el que nadie quiere enfrentarse, una condena ineludible que pone punto final a nuestras vidas. Eso sentimos, pero ¿se adecúa a la realidad?

No demasiado. O, al menos, no siempre. Mezclamos las palabras “cáncer” y “tumor”, pero es que incluso dentro de ellas hay una enorme variedad de pronósticos. No es lo mismo un tumor de piel que uno en el cerebro y, si empezamos a subdividir los tipos encontraremos que el caos es mucho mayor. En cualquier caso, la mejor forma de abordar este problema es explicar, en primer lugar, qué es un tumor, qué es un cáncer y por qué no existe solamente uno.

¿Qué es?

Un tumor es, de forma general, un crecimiento en volumen de un tejido vivo. Por ejemplo, cuando nos damos un golpe este se inflama, lo cual implica enrojecimiento, a veces picor, cierta sensación de calor y sobre todo una hinchazón a la que podemos llamar tumor. Sin embargo, cuando decimos tumor solemos referirnos a un tipo de crecimiento en volumen mucho más concreto. En estos casos, hablamos de una división celular descontrolada en la cual las células pueden perder parte de sus características estructurales o funcionales.

Algunos tumores son malignos, lo cual quiere decir que sus células tienen mucha facilidad para desprenderse de su tejido de origen, viajar a otras partes del cuerpo y seguir proliferando allí a donde lleguen. Este proceso se conoce como metástasis y cuando un tumor es maligno porque tiene facilidad para metastatizar se dice que es un cáncer. Conviene recordar que un tumor benigno también puede ser mortal, liberar sustancias dañinas o comprimir órganos vitales, la clave está en que sus células todavía no han perdido sus características que les proporcionan la capacidad de adherirse unas a otras.

Pero ¿por qué?

No obstante, un tumor benigno a medida que crece y forma nuevas células, va acumulando más y más errores en su ADN, nuevas mutaciones que lo van alejando poco a poco de la estructura y funciones típicas del tipo de célula del que surgió. Cuando, por ejemplo, una célula del hígado pierde sus características típicas como célula del hígado decimos que se ha desdiferenciado. Pues bien, este proceso de desdiferenciación puede hacer que un tumor se vuelva un cáncer con el tiempo al hacer que las células pierdan su capacidad para adherirse entre sí. Por lo que, por lo general, cuanto menos diferenciado esté un tejido, más maligno suele ser el tumor.

Tumores y cánceres son, en conjunto, lo que científicamente llamamos neoplasias, aunando benignos y malignos bajo el mismo término. En cualquier caso, empezamos a entender por qué el cáncer, como tal, no existe. Es un conjunto de enfermedades que tienen en común una división descontrolada y desdiferenciación celular que reduce la cohesión de los tejidos. Hay miles de formas en que esto puede ocurrir, muchos genes diferentes que, al mutar, llevan a cánceres diferentes, que parten de células distintas y que están en grados muy diferentes de desarrollo. Por eso no existe ni existirá una cura para el cáncer, porque no son uno, son legión y muy diferentes entre sí. Pero ahora que hemos aclarado esto, volvamos a lo que nos ocupa: el origen de los tumores.

Tan natural como la vida

Así que, en definitiva, tenemos tumores porque son errores esperables de nuestra maquinaria de división celular, se espera que ocurran por pura casualidad y que incluso aumenten ante determinados estímulos externos. De hecho, hemos encontrado tumores en prácticamente todos los animales, por simples que sean. El mito de que los tiburones no sufren canceres es solo eso, un mito sin fundamento. Es más, si decidimos bucear en el registro paleontológico encontraremos que ya había dinosaurios con tumores, algo nada sorprendente si hemos leído este artículo, pero que desbarata teorías conspiranoicas que asocian identifican los tumores como enfermedades exclusivas de nuestro siglo, lleno de contaminación y “malos pensamientos”.

Y, por eso, la respuesta a por qué tenemos cáncer es que resulta algo consustancial a la vida, o, al menos, a la vida pluricelular que conocemos.

La radiación electromagnética no es nuclear ni tiene gran cosa que ver más allá de que hay una transmisión de energía a través de un medio. En cuanto a la electromagnética, la que producen los aparatos electrónicos es no ionizante, mucho menos energética que la radiación electromagnética que nos rodea el 50% de nuestras vidas: la luz solar. (elmundoalinstante.com).

Referencias (mla):

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