Lou Brock, “El Conejo Cardenal”

El hombre “franquicia” para los Cardenales de San Luis, hizo de su talento y su velocidad sobre las almohadillas, las delicias de quienes lo vieron portar el uniforme, y fue el dolor de cabeza para lanzadores y receptores rivales.

Lou Brock (Imagen: Unión Tribune)

Merecido, más que merecido, fue el seudónimo del “Conejo Cardenal”.

Había comenzado con los Cachorros de Chicago, pero bien pronto salió de ese equipo para llegar a los Cardenales de San Luis, en una mecánica de transferencias de peloteros, que apenas empezaba a convertirse en realidad para los jugadores de las Grandes Ligas.

A paso lento, pero seguro, Lou Brock, quien se fue de este mundo a los 81 años de edad, fue esculpiendo una brillante carrera en el juego del béisbol, hasta llevarlo a ocupar un nicho en el Salón de la Fama, cuya presencia, sin discusión alguna, se había escriturado por todo lo que hizo dentro de los diamantes de juego, como por fuera de ellos, con una personalidad diferente y un ánimo de servicio a toda prueba.

Ganador de dos anillos de Series Mundiales, Lou explotó su habilidad para recorrer las bases haciéndola un arma letal contra sus rivales, y en especial, para lanzadores y receptores, que en muchas ocasiones no encontraban la fórmula para detenerlo en sus avances para estafarse las almohadillas, superando con creces a quien se le tildaba como el hombre más rápido sobre los cojines de la Gran Carpa para la época, Maury Will, a quien bien pronto hizo olvidar en el mundo del béisbol.

Como digno contrincante de su época, Will contabilizó 586 bases estafadas en los 12 años con los Dodgers de Los Ángeles, los 2 con los Piratas de Pittsburgh y uno con los Expos de Montreal; pero Brock fue mucho más allá, con 938 cojines estafados, habiendo sido puesto out en 307 ocasiones que no alcanzó a llegar salvo a la base siguiente, siendo el faro de una clase agresiva para jugar al béisbol, hasta cuando apareció en el firmamento la ‘’Liebre’’ de Rickey Henderson, el hombre que pulverizó todas las marcas en materia de robos de base, hasta llegar a las 1.406 almohadillas estafadas de por vida.

De marca en marca

Maury Will había implantado el registro de 104 bases estafadas en 1962, jugando para los Dodgers; pero Lou superó esa marca al alcanzar 118 robos de bases, en la temporada de 1974, con los Cardenales.

Ocho años más tarde, la ‘’Liebre’’ Henderson mejoró la compilación del ‘’Conejo Cardenal’’, al alcanzar 130 almohadillas robadas en la campaña de 1982, jugando para los Atléticos de Oakland.

Maury Will (Imagen: Wikipedia)

Durante 13 campañas, Lou alcanzó el registro de 40 o más bases estafadas y en 8 temporadas, ocupó el primer lugar en la tabla de almohadillas robadas en la Liga Nacional, durante su brillante carrera de 19 años en la Gran Carpa.

Lou Brock en dos oportunidades fue el máximo anotador de carreras en el Viejo Circuito, al señalar 113 rayitas en 1967 y 126 anotaciones en 1971.

Lo que en muy contadas ocasiones de produce en el béisbol, para no decir que es una rareza, Lou Brock fue el mejor hombre con batazos de dos esquinas, en 1968, con 46 dobletes conectados; pero en esa misma campaña, para agregar otra marca indiscutible de la clase de pelotero que fue, capturó el liderazgo en imparables de tres esquinas, al sumar 14 triples en el año.

En el Clásico de Otoño

Miembro de la nómina de 6 Juegos de Estrellas por la Liga Nacional, Lou fue clave en las Series Mundiales de 1964 y 1967, cuando los Cardenales ganaron las coronas, participando también en la de 1968, cuando no alcanzaron a llevarse el título, frente a los Tigres de Detroit de Denny McLain y el zurdo Mickey Lolich, el ganador de tres de los cuatro triunfos de los ‘’felinos’’ de esa Cita de Otoño, para apenas citar a dos de las estrellas de los campeones de la Liga Americana de ese año.

Fue con Tim McCarver, Curt Flood, Mike Shannon, Ken Boyer, Dal Maxvill, el dominicano Julian Javier y el boricua Orlando ‘’Peruchín’’ Cepeda, y hasta Roger Maris, con el grande entre los grandes lanzadores de su época, el inmortal derecho, Bob Gibson, que Lou Brock se elevó como figura de los Cardenales, hasta convertirse en el hombre franquicia de la organización, y luego llegar, por sus grandes méritos, al Salón de la Fama.

En las tres Series Mundiales en donde participó Brock, exhibió su clase de juego en los 21 desafíos en donde actuó, dejando su impronta, con 34 imparables conectados en 87 turnos, para el astronómico promedio de 391; con 4 tablazos de circuito completo, 2 triples y 7 dobletes; con 13 carreras remolcadas y 16 anotadas; 5 bases por bolas recibidas y 10 ponches aceptados.

Pero ‘’El conejo Cardenal’’ igualó el registro de bases estafadas en el Clásico de Otoño, al lograr 14 almohadillas robadas, en apenas 21 partidos jugados, todos con los Cardenales, ocupando el primer lugar en esas estadísticas al lado de Eddie Collin, quien jugara para los Atléticos de Filadelfia y los Medias Blancas de Chicago, quien las acumuló en 34 juegos de la gran final.

Honus Wagner, el 11 de octubre de 1909, con los Piratas de Pittsburgh; Willie Davis, el 11 de octubre de 1965, con los Dodgers de Los Ángeles y Lou Brock, el 5 de octubre de 1968, con los Cardenales de San Luis, están igualados en bases estafadas con 3 cada uno, en un partido de Serie Mundial.

Primero Musial

Terminando su carrera ‘’El Hombre Cardenal’’, Stan Musial, uno de los iconos de los Cardenales, llegó Lou Brock a la nómina de la divisa de San Luis.

Musial, cuya trayectoria como jugador de los Cardenales y como un extraordinario pelotero nadie entra a discutir, había conseguido tres anillos de Series Mundiales para su eterno equipo, en los años 1942, 1944 y 1946, que marcaron un verdadero legado para los que más tarde llegaron al club.

Stan Musial (Imagen: CBS Sports)

Con sus 475 batazos de circuito completo y sus 3.630 indiscutibles, que produjeron nada más y nada menos que 1.951 carreras remolcadas, Musial fue por esos años, la gran atracción de la Liga Nacional y de las Grandes Ligas.

Lou, en cambio, con su fantástica forma de jugar el béisbol, su manera de encarar los juegos, su disciplina y constancia en saber salir exactamente en busca de la base siguiente al menor parpadeo del lanzador y del receptor, le cambio la fisonomía al juego de los Cardenales, que entonces explotaban hasta más no poder, que cada vez que él se anclaba sobre las almohadillas, todo el mundo entraba en pánico, porque no se sabía en que momento se iba a desprender hacia la siguiente almohadilla, procurando darle otra carrera a su equipo.

Stan era un hombre elegante, cuya semblanza sobre el terreno de juego lo hacía ver con el clásico perfil de pelotero de muchos quilates. Lou, en cambio, era afroamericano, no tenía la elegancia de Musial, pero manejaba su talento para demostrarle a la afición de San Luis que nunca intentaba eclipsar a Stan, pero que sí podía contribuir enormemente al desarrollo de la novena.

“Stan es insignia para los Cardenales, no lo pongo en duda; yo lo que intento, es hacer mi juego, mostrar toda mi capacidad de sobre los diamantes, y entregarme siempre de lleno en busca de darle victorias al club’’, dijo alguna vez Lou.

Y ciertamente lo consiguió, aun cuando se quedó a un triunfo de poder cargar con un tercer anillo de Serie Mundial, como lo consiguió Musial.

Sus estadísticas

Exaltado al Salón de la Fama en 1985, Lou Brock se mantuvo en la Gran Carpa en 19 temporadas consecutivas, con los Cachorros de Chicago, con cuyo uniforme debutó y participó en dos y media campañas, y el resto de su vida beisbolera, con los Cardenales de San Luis.

Consumió 10.332 veces al bate y despachó 3.023 indiscutibles para un promedio de por vida de 293 al bate; remolcó 900 carreras y anotó 1.610 carreras.

Se voló la cerca en 149 ocasiones; en 141 oportunidades conectó batazos de tres esquinas; y sumó 486 dobletes en su prolongada trayectoria en la Gran Carpa.

Además de las 938 bases estafadas en sus 19 años de carrera, Lou compiló 761 bases por bolas recibidas, 124 de ellas, de manera intencional; y acumuló 1.730 ponches.

Con su 1.80 metros de estatura y sus 170 libras promedio de peso, Lou se desplazaba raudamente sobre los diamantes y la ventaja de ser bateador zurdo, le daba par de pasos de adelanto para los 90 pies que debía recorrer entre el plato y la primera almohadilla, lo que le favoreció al acreditarse muchos imparables con batazos dentro del campo interior de los diamantes, dejándole en las manos de sus rivales la pelota que estaba en juego.

Lou Brock siempre será recordado como el jugador que dejó sembrado el camino para hacer de las bases robadas un elemento valioso para el juego del béisbol, que un poco más adelante, como ya lo hemos comentado, Rickey Henderson lo convirtió en una manera de hacer de esa arma ofensiva, un elemento indispensable a la hora de manejar las estrategias del juego.

Además de haber sido un gran jugador dentro de los diamantes, donde fue todo un caballero, Lou Brock también lo fue por fuera de ellos, porque siempre estuvo dispuesto a desarrollar acciones sociales, siempre defendió a su raza, siempre se mantuvo erguido en las buenas y en las malas, y siempre estuvo cerca de los Cardenales, la divisa eterna de sus amores.

Por algo se ganó merecidamente el título del “Conejo Cardenal”.

Sobre Antonio Andraus

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