La verdadera historia de cómo se hizo multimillonario Jeff Bezos

Jeff Bezos (Imagen: malagana.net)

Ni los más ricos del planeta son inmunes al coronavirus. A medida que la pandemia se ha extendido por Europa y América, derrumbando los mercados, el número de multimillonarios en todo el mundo (aquellos que atesoran más de mil millones de dólares) ha ido menguando. Hoy, según Forbes, son “solo” 2.095. Eso supone 226 menos que hace solo un mes. Encabezándolos a todos está Jeff Bezos, el creador de Amazon, la persona más rica del mundo por tercer año consecutivo, con un patrimonio de 113.000 millones de dólares, al que el confinamiento ha enriquecido un poco más.

Villafrechós es un pequeño pueblo de Valladolid que no llega a 500 habitantes. Está en la comarca de Tierra de Campos, a tiro de piedra de Medina de Rioseco y, salvo por las almendras garrapiñadas, el lechazo y la lenteja pardina que se cultiva en las planicies arcillosas de toda la comarca, sería como cualquier otro pueblo de esos que ahora agrupamos bajo el sonoro nombre de “España vaciada”.

Pero de algo sí pueden presumir en Villafrechós: los orígenes del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, están aquí, a la sombra de la torre mudéjar de la Iglesia de San Cristóbal.

Su abuelo paterno, Salvador Bezos, nació en este pueblo, en el seno de una familia con cierto poder adquisitivo, cuando Villafrechós frisaba los 2.000 vecinos. Pero las cosas se torcieron y Salvador emigró a Cuba a principios del siglo pasado. Allí se casó, montó un aserradero que el castrismo acabó nacionalizando y tuvo un hijo, Miguel Ángel, que como su padre acabó emigrando. Él, con destino a Estados Unidos. A Albuquerque. Tenía 16 años.

En esa localidad de Nuevo México, en 1964, Jacklyn Gise dio a luz al pequeño Jeff. Ella solo tenía 17 años.

Del padre biológico de Jeff se sabe más bien poco, salvo que se llama Ted Jorgeensen, que tiene orígenes nórdicos y que su afición al alcohol y a la juerga acabaron con su matrimonio con Jacklyn Gise cuando el pequeño apenas tenía un año de vida. Tres años después, Gise conoció a Miguel Ángel Bezos y se acabaron casando. Miguel Ángel adoptó al niño, le dio su apellido con el consentimiento de Jorgensen y trasladó a toda la familia a Houston (Texas), donde se establecieron definitivamente.

Jeff fue un buen estudiante que, como muchos de sus amigos y compañeros, se estrenó en el campo laboral trabajando en un McDonald’s mientras estudiaba Ciencias de la Computación e Ingeniería Electrónica en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), uno de esos lugares donde estudian los futuros multimillonarios. Tras acabar la carrera, en la que se graduó con honores, ingresó en D.E. Shaw & Co., un banco de inversiones de Wall Street. En 1994, en solo ocho años, ya era su vicepresidente.

Con su posición bien consolidada en D.E. Shaw & Co. y con el cargo de vicepresidente en el bolsillo, Bezos invitó a su jefe a dar un paseo por Central Park para compartir con él una idea que le rondaba por la cabeza: vender libros a través de Internet. Era el otoño de 1994.

Su jefe, después de escucharle con atención, le dio un pequeño consejo: “Eso suena bien y sería una buena idea para alguien que no tuviera ya un buen trabajo”.

Bezos empezó a preparar su idea tras leer un informe que decía que Internet había crecido un 2.30% en 1993. Y ahí vislumbró que las oportunidades de negocio con mayor potencial estaban precisamente en la Red.

En esa época, el tráfico de Internet apenas se utilizaba para enviar correos electrónicos y para consultar bases de datos. Pero Bezos estaba convencido de que era cuestión de tiempo que la gente empezase a utilizar la Red para comprar productos y servicios. Y él se fijó en algo imperecedero, que no caduca: los libros.

“La idea de fundar una librería online con millones de títulos, algo que no podía existir en el mundo físico, me parecía muy emocionante –aseguró Bezos en su discurso en la Universidad de Princeton en 2010–. Así que dejé mi trabajo y me embarqué en esta locura. MacKenzie me animó. Siempre quise ser inventor y ella quería que siguiera mi pasión. Era una elección difícil, pero tenía que intentarlo. Podía fracasar, pero no quería arrepentirme de no haberlo intentado. Hoy estoy orgulloso de esa elección”.

El tiempo ha demostrado que Jeff Bezos acertó. Para llevarla adelante contó con el apoyo incondicional de su mujer MacKenzie (diplomada como él en Princeton y de la que se separó en 2019, en uno de los divorcios más caros de la historia) y con el valioso apoyo financiero de sus padres, que le dieron los 300.000 euros que tenían ahorrados para su jubilación para que pudiera lanzar su nueva empresa.

Con su esposa a un lado y el dinero de sus padres al otro, Bezos se planteó que Nueva York no era el lugar adecuado para lanzar su proyecto y decidió que tenían que mudarse la Costa Oeste. Eligió Seattle, una ciudad en la que podían encontrar un buen puñado de profesionales con experiencia en ordenadores. Allí alquilaron una casa de dos dormitorios con un garaje que usaron como primer centro de operaciones para la empresa.

La fortuna personal de Bezos asciende a “solo’” 113.000 millones de dólares: Forbes (Imagen: Tradingonline.es)

Jeff Bezos pensó bautizar a su empresa como Cadabra, y luego como Relentless, pero su abogado y Mackenzie le aconsejaron buscar un nombre menos siniestro. Dándole vueltas, pensó que quizá sería una buena idea que su compañía empezase con la letra “a”, puesto que los directorios y las listas de Internet, generalmente alfabetizados, la colocarían en las primeras posiciones. Pensó en varias alternativas hasta que al final se quedó Amazon, que no es más que Amazonas en inglés, el nombre del río más grande del mundo. “Ese nombre representaba muy bien mi idea: construir la librería más grande del mundo”, ha explicado Bezos.

Después de algo más de medio año de trabajo, el 16 de julio de 1995, el primer sitio web de Amazon fue lanzado oficialmente. Y como todos los portales de esa época era más bien feo: solo líneas de texto en negro sobre un fondo gris y enlaces subrayados en azul.

En solo dos meses, Amazon ya vendía en 45 países e ingresaba unos 20.000 dólares semanales. Pero lejos de embolsarse los beneficios, Jeff Bezos reinvertía todo lo que ganaba con el objetivo de crecer a toda velocidad y ganar fidelidad entre sus clientes.

En menos de dos años, el 15 mayo de 1997, Amazon empezó a cotizar en NASDAQ. Salió a un precio de 18 dólares por acción y su precio se disparó desde el primer día. E igual que hizo justo después del lanzamiento, Bezos sacrificó los beneficios a corto plazo para seguir creciendo. Con esa capitalización extra, Amazon comenzó a diversificar su cartera agregando a su catálogo vídeos, software, vinilos y CD, videojuegos y ropa.

Solo dos años después, en diciembre de 1999, Amazon ya era un gigante de Internet y la revista Time lo reconoció eligiendo a Jeff Bezos como su “personaje del año” y llevándolo a la portada de la publicación.

Pocos meses después, muchas de las compañías de aquel Internet primigenio saltaban por los aires en la primera crisis de las empresas digitales: fue el estallido de la burbuja de las puntocom. Pero no fue el caso de Amazon. En el cuarto trimestre de 2001 los ingresos superaron por primera vez los mil millones de dólares y Amazon consiguió sus primeros beneficios: cinco millones de dólares. La estrategia de Bezos había dado resultado.

La imparable progresión de Amazon empezó a ser una estaca en el corazón de las grandes empresas de distribución cultural de los Estados Unidos, como Walmart y Barnes & Noble, que plantearon demandas contra el gigante del comercio electrónico. A veces con negociación y a veces con mano de hierro (las más), se fue librando de esos problemas. Pero Bezos no tuvo que lidiar solo con la competencia. También tuvo que hacerlo con algunos de sus primeros inversionistas, que se quejaban de que Amazon no repartía beneficios y seguía invirtiendo todo lo que generaba para seguir creciendo, siguiendo la estrategia que había venido desarrollando su CEO y fundador desde 1995.

Eso le proporcionó siempre a Bezos el dinero suficiente para seguir desarrollando los servicios web de Amazon y todo tipo de productos, desde el lector de libros electrónicos Kindle, el altavoz inteligente Alexa, el timbre para el hogar Amazon Ring Doorbell Pro o el manos libres para el coche Amazon Echo Auto. Y su también su última creación, de 2018, Amazon Go, el supermercado sin dependientes y sin cajeros automáticos, en el que te surtes de los productos que quieres y estos se suman a tu cuenta según sales por la puerta.

Las cifras de Amazon 26 años después de su creación son abrumadoras: controla el 42% del mercado mundial de libros de papel, el 88,9% del mercado del libro electrónico y a través de su portal se realizan la mitad de todas las ventas on line en Estados Unidos.

Y las cifras de negocio son igualmente impresionantes. Sus ventas superan los 177.000 millones de dólares anuales, con unos beneficios de 3.000 millones de dólares en el último ejercicio. Es la marca más valiosa del mundo según Brand Finance Global 500, con un valor de más de 187.000 millones de dólares.

Y eso, claro, ha convertido a su fundador y CEO en la persona más rica del mundo. Según el último análisis de Forbes, recién publicado, la fortuna personal de Bezos asciende a “solo’” 113.000 millones de dólares (en 2019 su fortuna superaba los 131.000 millones de dólares). Es una cifra estratosférica, pero aún lo sería más si Jeff Bezos no se hubiera divorciado de la que ha sido su mujer durante los últimos 25 años, Mackenzie, a la que tuvo que entregar 36.000 millones de dólares de sus acciones de Amazon para oficializar su separación, convirtiéndose en uno de los divorcios más caros de la historia.

De rebote, Mackenzie Bezos (ahora Mackenzie Tuttle) se ha convertido en la cuarta mujer más rica del mundo, solo por detrás de Alice Walton, la hija del fundador de los supermercados Walmart; Francoise Bettencourt, la heredera del imperio L’Orèal; y Julia Koch, la heredera del imperio industrial estadounidense Koch.

Los 36.000 millones que pagó a su exesposa por poner fin a sus 25 años de matrimonio han marcado un récord, pero Bezos está acostumbrado a las plusmarcas. En 2018, sin ir más lejos, se convirtió en la primera persona del mundo en superar la barrera de los cien mil millones de dólares de fortuna personal.

Cambiar las reglas de la industria editorial, la forma en que la gente lee y compra libros y, de paso, transformar el mercado del comercio electrónico, no han sido suficientes para Bezos. En 2000 lanzó una compañía aeroespacial, Blue Origin, dedicada a fabricar cohetes reutilizables para vuelos orbitales y suborbitales. Y en 2013, en plena crisis financiera mundial, sorprendió al mundo al comprar un periódico, The Washington Post, que luchaba por su supervivencia. Bajo su liderazgo, la redacción ha aumentado casi un tercio, hasta llegar a los 900 periodistas en plantilla, ha logrado un millón y medio de suscriptores online y se ha convertido en un negocio que arroja beneficios desde 2016.

Sin embargo, no todo son loas a este multimillonario. Su gestión también tiene sombras: en 2014, una encuesta on line lo encumbró como “el peor jefe del año” por las pésimas condiciones laborales de sus empleados, y en 2018 el senador demócrata Bernie Sanders encabezó una acción bautizada “stopBEZOS” que exigía salarios dignos para sus trabajadores. También muchos comercios minoristas, especialmente las librerías, se han quejado del monopolio de facto que ejerce esta compañía y han llamado al boicot. Y la empresa también se ha tenido que enfrentar a acusaciones de evasión de impuestos en países como Reino Unido, Japón o Estados Unidos.

A sus 56 años, nada de esto parece incomodar a Jeff Bezos: tras su divorcio tiene una nueva pareja, Lauren Sánchez, ex periodista y fundadora de una empresa de grabaciones aéreas; se ha comprado un nuevo nidito de amor en Nueva York por 80 millones de dólares y una mansión en Beverly Hills enclavada en una parcela de 13.000 metros cuadrados por otros 165 millones; mantiene muchas de las rutinas y manías que le acompañan desde que se trasladó a Seattle a fundar Amazon; sigue encabezando la lista Forbes de los más ricos del mundo y la valoración de Amazon en el mercado bursátil no hace más que crecer (el valor de sus acciones en el último año ha aumentado un 15%).

Sin problemas a la vista, Bezos sigue liderando la compañía con la misma convicción y el mismo enfoque de siempre, inculcando en sus empleados la cultura de la innovación y el foco hacia el cliente y reinvirtiendo una buena parte de los beneficios en desarrollar aún más el negocio. ¿Hasta dónde? Solo él lo sabe. (elmundoalinstantre.com)

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