La prensa entre el heroísmo y su deber con la paz

Ponencia de Gustavo Castro Caycedo en el “Simposio Colombiano por la paz”

Prensa se refiere al periodismo y a los medios de comunicación cuya responsabilidad con la convivencia y la paz es mayor que la de cualquier otro sector, dado su inmenso poder de crear opinión, convencer y educar. Las noticias y la información crean opinión y ejercen un papel culturizador; pueden influir positiva o negativamente en el pensamiento, las costumbres, el lenguaje, y hasta en los amores y los odios; y permiten que se conozca la verdad para que la gente actúe con libertad. Pero desperdician ese poder de la prensa quienes calan, desinforman, o incitan a la polarización y a la discordia que son enemigas de la paz.

Este simposio propone reflexiones patrióticas por la paz, incluyendo a la prensa, frente a la violencia que enluta al país. Es claro que la prensa rechaza los conflictos y la guerra, pero algunos de sus miembros se convierten en aliados de esto con lenguajes, su silencio o sus narrativas que estimulan el conflicto. El periodismo es sinónimo de libertad, de verdad, de independencia, de denuncia, de sacrificio y heroísmo. Por ser Colombia uno de los países más violentos de la tierra, requiere de la prensa más responsable del mundo.

Según Reporteros sin Fronteras, Colombia ocupa el desafortunado puesto 139, en el índice mundial de libertad de prensa: no obstante, la acción valiente del periodismo colombiano responsable e independiente, fue y ha sido ejemplo de verdaderos héroes, algunos de ellos mártires. Pero en contraste, hay una versión opuesta a esos periodistas dignos de algunos que afectan el buen nombre del periodismo, y lo más grave: la paz.

Por defender la verdad, la libertad y la paz, muchos periodistas han sido amenazados, perseguidos, censurados, satanizados o han tenido que irse al exilio. Jineth Bedoya, “Premio Mundial Libertad de Prensa Unesco”: duce: “Estigmatizar a un periodista es dejarlo en medio del fuego cruzado de la polarización política”.

“Periodistas colombianos bien arriba en la lista de los héroes”

La Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, denunció que hay Impunidad en 127 de 161 asesinatos de periodistas, cometidos entre otros por paramilitares, bandas criminales y narcotraficantes. Y Bill Ennott, editor en jefe del periódico “The Economist”, afirmó: “Bien arriba en la lista de los héroes deben estar tantos valientes periodistas colombianos”.

Es absurdo que haya periodistas irresponsables mientras otros son asesinados por su independencia, su honestidad y su valentía de denunciar la corrupción y las tramas políticas contra la paz. Gustavo Gómez Córdoba tituló una de sus columnas editoriales: “Quieren que no cuente lo que ve. Que se vuelva encubridor”. Algunos periodistas mártires son: Guillermo Cano, Silvia Duzán, Jorge Enrique Pulido, Julio Daniel Chaparro, Eustorgio Colmenares, Nelson Amaya, César Augusto López Arias, Carlos Castillo, Raúl Echavarría Barrientos, Fernando Bahamón, Luis Roberto Camacho, Héctor Abad Gómez, Héctor Giraldo y Raúl Mora.

En los últimos siete meses fueron sacrificados tres periodistas; hace ocho días en Ciénaga de Oro, Córdoba, donde operan grupos armados del narcotráfico cayó Luis Gabriel Pereira, de 25 años, quien cubría noticias de orden público y seguridad. Antes de él, Rafael Moreno, en Montelíbano, y Wilder Córdoba en La Unión, Nariño.

He consignado una reflexión sobre algunas fallas de la prensa con la paz, que de manera autocrítica y responsable son compartidas en el medio por muchos periodistas y comunicadores, En seis de mis libros y muy especialmente en mi tesis de grado que titulé: “Administración de Televisión para la paz”. Como infinidad de periodistas, he defendido siempre la libertad de prensa a la que debemos resguardar de tantos riesgos que la acechan. Pero defenderla no significa disculpar a quienes practican mal el periodismo defraudando a la sociedad a la que se deben; defenderla no puede ser disculpar a unos cuantos que ejercen mal el periodismo.

Según Alberto Zalamea: “Es bueno que los periodistas nos acostumbremos a que se nos puede y debe criticar por la manera de ejercer la profesión”. La prensa está sometida a la ley y no tiene privilegios para obrar como quiera, y así lo entienden en el medio. Es ejemplar la independencia y el reiterado pronunciamiento de los defensores de los televidentes de los canales de T.V. en favor de la paz.

Sabemos que la prensa no dese la guerra, quiere la paz; pero también que la irreflexión de algunos en los medios incentiva la intolerancia política, la polarización, y el culto al conflicto. Dos recientes investigaciones de la prensa reflejaron su responsabilidad. La “Encuesta Nacional de Libertad de Expresión y Acceso a la información”, adelantada por la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP; el CPB; la Fundación Gabo, y Fecolper; con participación de la Fundación Friedrich Ebert; la AMI; y Asomedios, y ejecutada por Cifras y Conceptos, consultó la opinión de 585 periodistas entre directores, editores, redactores, y columnistas. Denunciaron que el periodismo está mal pago; que es blanco de presiones, difamación, agresiones y estigmatización. Además, en franca autocrítica señalaron los “errores que se cometen hoy en el periodismo colombiano”.

Establecieron faltas puntuales, y concluyeron: “Los medios y los periodistas no pueden olvidar su responsabilidad social, informativa, orientadora y formativa. Deben trabajar con ética, garantizar la transparencia y la alta calidad en los contenidos informativos; no pasar por alto que las informaciones tienen que contrastarse, y abrir más los canales de participación ciudadana incentivando la retroalimentación”. Y criticaron que se modifiquen posiciones por una pauta publicitaria; dar información interesada, o redactar titulares engañosos.

Convierten la libertad de información en libertad de conducta

 La Constitución establece que en Colombia no hay censura y sí libertad de prensa. Pero algunos invocando la libertad de información la convierten en libertad de conducta que pareciera habilitarlos para decir lo que quieren. No son secreto algunas prácticas por la opinión a la minoría del periodismo, como: el amarillismo; suplantar a la justicia condenando y absolviendo sumariamente, como si fueran jueces, y anticipadamente. Dar menos oportunidad de expresarse a las víctimas que a los victimarios, para que estos cuenten en detalle sus crímenes y pidan perdón hipócritamente. Colocar en peligro a testigos de delitos al identificarlos. Violar la reserva del sumario; del Código del Menor, y del derecho a la intimidad. Sembrar pesimismo, confusión y miedo; trivializar la violencia; avalar fuentes sin contrastarlas o valorar su credibilidad y redactar titulares engañosos.

Como si fueran columnistas de opinión algunos periodistas editorializan las noticias; inculpan con grandes titulares y hacen rectificaciones minúsculas; acosan a entrevistados; explotan mediáticamente la tragedia humana para ganar audiencia. Claro, hay que informar, pero para contar que hubo un muerto no es válido mostrar un charco de sangre, ni acosar con micrófonos o cámaras que violan el derecho al dolor en la intimidad de los deudos ante los féretros de las víctimas; o a los heridos sobrevivientes; o a los familiares preguntando indolentes: ¡qué piensan o sienten!

Enrique Santos Calderón escribió: “A veces me pregunto si no estamos intoxicando al país. Acentuando odios y temores, sus facetas pesimistas y autodestructivas y a la vez menospreciamos y subvaloramos todo lo que en medio de la adversidad y la lluvia de balas hace ese país que construye y crea, en los más diversos campos de la actividad cotidiana”.

Mi conciencia de la paz nació cuando era niño aún. Por mi madre supe de la llamada “noche de los cristales rotos”, de linchamientos y violencia contra los judíos en Alemania y Austria, en 1938. Y de los trenes que los llevaban sin regreso a los campos de concentración. Por esa época, la más oscura de Europa, entendí el horror de la guerra. Luego la viví de cerca la violencia, por eso sé la responsabilidad de la prensa con la paz. Tenía ocho años cuando usar ropa color rojo o azul era un “pecado político” que podía pagarse con la muerte por el odio irracional entre conservadores y liberales, que se está comenzando a reeditar peligrosamente entre quienes tienen ideas políticas de derecha y de izquierda

Agresiones y disparos al aire como en las películas mexicanas

Donde nací fui testigo tempranero del inmisericorde desplazamiento forzado; y de unas cabalgatas nocturnas de matones montados a caballo llegados de Cogua, Nemocón, y Ubaté, a dar golpizas y amedrentar con gritos agresiones y disparos al aire a familias pacíficas. ¡Como en las películas mexicanas! Y Presencié la “invasión” de ancianos desolados, niños aterrados, y madres embarazadas, sin esposo porque se lo mataron. desplazados de Topaipí, Caparrapí, La Palma y El Peñón, (Cundinamarca), hambrientos y exhaustos quienes debieron abandonar los cadáveres de sus familiares y huir, dejándolo todo. Tenía 14 años, en unas vacaciones en Florida, Valle, vi en un cañadulzal a 14 campesinos asesinados la noche anterior; les hicieron el terrible “corte de franela”.

Cumplí 62 años de periodismo siendo testigo de atentados, ranchos incendiados, de campesinos despojados de sus tierras y huyendo; de extorsiones, amenazas, y secuestros a gente inocente e indefensa; de asesinato de periodistas; de la Colombia bárbara; del terrorismo y las masacres a las que quisieron negarles su nombre legítimo bautizándolas,  “homicidios colectivos”, como si así se minimizara su horror. Todo eso vivido, me concientizó de ejercer como la mayoría de los periodistas, el supremo deber de asumir la profesión de forma responsable, ética,   Independiente, crítica y que repudia la violencia; comprometido con la paz y consciente del gran poder de informar e influir sobre el pensamiento de la gente. 

Sensatez de la prensa debe ser directamente proporcional al horror

Cuando a los 18 años me inicié como periodista, me comprometí a contar la verdad, a denunciar, a no callar, porque “si los periodistas callamos nadie escucha nuestro silencio”. Temprano entendí mi obligación moral de respetar el derecho a la esperanza y el anhelo de esa paz que sigue envolatada. Aprendí que Colombia no es un país cualquiera, que la sensatez de la prensa debe ser directamente proporcional al horror del odio político y social que cunde entre hermanos. Que la pesadilla de centenares de miles de víctimas inocentes no combatientes demanda una inmensa responsabilidad de toda la prensa, sin excepción.

Ojalá quienes de lado y lado alientan hoy una confrontación civil no tengan que vivir el horror de una guerra como la de los “Mil Días”, que dejó más de 100.000 muertos; miles de viudas, huérfanos, heridos y lisiados, y un país devastado y en la ruina. Contienda inútil y vana, como las 40 guerras que en 200 años han enlutado a la nación. Y como la de Nicaragua que cubrí periodísticamente. La prensa y Ustedes, como yo, no queremos que Colombia viva más guerras ello compromete

Es necesario que reflexionemos en que la muerte y la violencia ha llevado a los colombianos del temor al miedo, del miedo al terror y del terror al horror, en el campo, en veredas, pueblos y ciudades. Al salir de su casa la gente no sabe si regresará viva. Las cifras criminales superan las de cualquier otra nación hasta en corrupción y en la violación de Derechos Humanos. Somos el tercer país en desplazamientos colectivos; el segundo en despojo de tierras; el cuarto en el mundo y el segundo en América con mayor desigualdad. Aquí ocho de cada diez personas no tienen acceso al agua. ¡Colombia no es un país cualquiera!

Es el país más peligroso para líderes sociales, defensores de derechos humanos y de la naturaleza; sindicalistas, jueces y maestros que son asesinados por sicarios torturadores que desaparecen colombianos. Por criminales extorsionadores y autores de la trata de personas. La realidad es escabrosa: Según Medicina Legal: “en Colombia 435 niños fueron asesinados en los ocho primeros meses de 2022”. Otros 308 murieron por desnutrición. Las afecciones de salud mental crecieron 41% en los dos últimos años. Según el DANE el 28% de los colombianos no puede comer tres veces al día, y millones solo una vez. En la fecha cumbre del amor, “el día de la madre”, es cuando se cometen más homicidios; y crecen los desencuentros graves hasta en las familias por diferencias de pensamiento político.

“Se exportan” sicarios que cometen magnicidios. Usar una camiseta de un equipo es motivo para morir. Los verdugos asesinan en el campo, en las parcelas, en las calles de los pueblos, en los barrios y en las ciudades. Matan a civiles inocentes, a líderes sociales, a policías, soldados, indígenas, campesinos y a guerrilleros que firmaron la paz. Se reclutan niños para la guerra. Hay 26 organizaciones armadas que parecieran tener pacto con el diablo, y casi ejércitos, como el ELN, los reincidentes los paramilitares; organizaciones del narcotráfico, bandas criminales, escuadrones de la muerte y algunos agentes del Estado. La gente vive indefensa y con miedo ante el riesgo real de ser víctimas de los violentos, de los verdugos de la paz, asesinos que no perdonan a quien piensa distinto. Y de criminales para quienes vale más un celular, una bicicleta o una cartera, que la vida de sus víctimas. Y lo que nos faltaba: las bandas de delincuentes venezolanos que impusieron la macabra práctica de asesinar primero y saquear luego a las víctimas porque así no pueden defenderse.

Ante tan terrible realidad la justicia es impotente por carencia de una política criminal consistente; porque vive amenazada, y por corruptos como los miembros del “Cartel de la Toga”, favorecedores con sus fallos, de corruptos y bandidos.

“Un polvorín llamado Colombia”.

Ni censura, ni silencio: imparcialidad, veracidad, responsabilidad y respeto, es lo que demandan la democracia y la sociedad. Que la prensa cumpla éticamente no es un favor que hace al país, es su supremo deber, entendido por ella.

Dada su alta Influencia en los modelos sociales que son ejemplo de comportamiento y su poderosa capacidad orientadora educadora y de convicción la prensa está llamada a ayudar a desactivar el conflicto, a proponer soluciones pacíficas; a acercar y no a distanciar; a renunciar al lenguaje bélico, y al que polariza y desune. A generar conciencia social frente a las causas y consecuencias de la guerra, la tolerancia y las diferencias ¡Todo por la paz!

Dice Gallup Internacional que, “Colombia es el país más feliz del mundo; y con los más altos índices de expectativas económicas”, ¡Qué gran mentira! El País de España, el 20 de marzo de 2021, título: “Un polvorín llamado Colombia”. Y el poeta social Jorge Robledo Ortiz, escribió: “Por las ciudades va de overol un rio de protestas; en el rancho se maldice a los palacios, y en lo palacios se desprecia al rancho”.  A pesar de todo, más de 50 millones de los colombianos son gente buena que valora el heroísmo de sus periodistas; que sueña con la paz y que confía en el apoyo de la prensa para lograrla: Sí, Colombia no es una nación cualquiera.

 

 

Sobre Gustavo Castro Caycedo

Autor de 36 libros y coautor de 9 más. Periodista y Administrador de Empresas experto en planeación y dirección de medios de comunicación. Director de Inravisión. Presidente de RCN Radio y del CPB. Vicepresidente de la Organización Interamericana de Defensores de las Audiencias, OIA. Director del Noticiero Cinevision, RCN Radio, revistas Al Día y Elenco, y de programas de TV. Columnista de El Tiempo y El País. Director de 34 Tesis de Grado y 22 veces jurado de premios de periodismo. * Más información: “Gustavo Castro Caycedo”, (entre comillas), en los buscadores: Google, Yahoo, Bing, Duckduck.com, Lycos, Hispavista, Ask.com, Msn, o Babylon.

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