Jim Thome, muy cerca de la gloria

(Fotos: archivo particular e Internet)

El zurdo toletero que tuvo que escoger entre el básquetbol y el béisbol, siente que su camino lo está llevando por el camino de la inmortalidad.

A los 40 años, se dice, que el hombre debe tener todo definido en la vida. Las cosas que eventualmente no se han hecho o no se han cumplido, difícilmente se pueden concretar en el espacio que hay entre los 40 y los 50 años de edad. Y más complicado aún, si la barrera supera el medio siglo.

Pues bien. Jim Thome, el formidable bateador zurdo que acaba de cumplir 20 años en el béisbol de las Grandes Ligas, y exactamente 41 años de edad, tiene el camino abonado para llegar sin contratiempos, a tocar las puertas de Cooperstown, y adueñarse de un nicho para gloria de su nombre, y para honra del béisbol.

Thome, quien desde cuando se posicionó en la Gran Carpa dejó sentado que su poder al bate lo harían un toletero con el transcurrir de los años de mucho prestigio y resonancia, aparece ahora en la lista de los 10 mejores jonroneros de todos los tiempos del Béisbol Organizado, superando a legendarias figuras que, siendo símbolos de este deporte, no alcanzaron a cruzar la barrera de los 600 ‘’bambinazos’’ en su historial en la ‘’pelota caliente’’.

Para quienes lo conocieron desde niño, Thome exhibió cualidades desde sus primeras incursiones en los campos deportivos, hasta el punto que se enfrentó a una decisión difícil, cuando tuvo que escoger entre el básquetbol o el béisbol, pues en ambas disciplinas mostraba talento, deseos de superación y fundamentos especiales para desarrollarse en los dos deportes.

De la noche a la mañana, cuando nadie lo esperaba, ni siquiera sus padres, se inclinó por el  béisbol, y desde los 15 años, se dedicó, de tiempo completo, en conocer y profundizar en los principales fundamentos de la disciplina, se consagró de lleno al deporte de los bates y las manillas, y se ungió como un hombre cuya responsabilidad y deseos de superación, era su menú preferido en cada día en que se presentaba a cumplir con sus obligaciones como profesional, en todos los parques de pelota de las mayores.

Uno detrás de otro


Fue ese15 de agosto pasado, cuando rubricó la presencia de su nombre entre los nominados para llegar a ser uno de los inmortales del béisbol, cuya capacidad de juego, su clase, su integridad y su manera de actuar dentro y fuera de los terrenos de juego, le permitirán, más temprano que tarde, llegar a ocupar un nicho en el Salón de la Fama.

Ese día, luciendo el uniforme de los Mellizos de Minnesota, Jim Thome despachó sus cuadrangulares 599 y 600, uno detrás de otro, frente a variadas ofertas de los lanzadores de los Tigres de Detroit, para cruzar la casi inalcanzable barrera de los 600 ‘’bambinazos’’, algo que no se escribe todos los días, y algo que casi nunca aparece en los libros de anotación del Béisbol Organizado.

Thome tuvo en esa jornada la sensación de que había alcanzado lo más sublime de su carrera deportiva, la misma que está próxima a concluir, quizás en un par de años, si es que no se produce antes, pero que perfilándose para pertenecer a una nómina de muy pocos, su nombre ya está inscrito para ser tenido en cuenta como elegible para la ciudadanía en Cooperstown, la ciudad a donde todos los peloteros quieren llegar, pero a cuyos predios pocos pueden acceder.

Superando a otras glorias


El hijo de Peoria, Illinois, quien pensó que el deporte le podría deparar cosas buenas, pero no tan grandiosas como la que actualmente está acariciando, y quien lentamente fue escalando posiciones como un toletero respetado y respetable, por todos y cada uno de los serpentineros de las mayores, jamás creyó en que podría superar a inmortales de este deporte.

Decir que el nombre de Jim Thome hace 20 años se vislumbraba para alcanzar y superar a peloteros como Mickey Mantle, el inolvidable jugador de los Yanquis de Nueva York; de Jimmy Fox, uno de los jugadores más consagrados en dicha disciplina; del extraordinario Reggie Jackson, verdadera estrella de los ‘’bambinazos’’, y de Stan Musial, entre otros, catalogado este último como un rey sin corona por muchos de los más grandes críticos de la disciplina, es una falacia absoluta.

Thome construyó ladrillo a ladrillo su pedestal; levantó sin mucho bombo ni platillos su castillo de grandeza, su carrera deportiva; destrozando lanzamientos de los mejores lanzadores de la nueva era del béisbol, para llevarse por delante, en las últimas dos décadas, la dicha de ser un temible y temido bateador, que desaparece la esférica en el menor descuido de su serpentinero rival.

Su descomunal poder con el bate, lo erigieron sin discusión alguna, en un pelotero que puede resolver un partido a favor de su equipo, con una sólo batazo, y desde el vámonos dentro de la ‘’pelota caliente’’, encontró los mecanismos para ir mejorando con su clase y talento innatos, frente a los lanzadores rivales, en cada oportunidad que tiene para consumir su turno al bate.


Grande entre los grandes


En esa reducidísima lista de los mejores jonroneros de todos los tiempos en el béisbol de las Grandes Ligas, está Jim Thome, y pasarán algunos años, probablemente más de una década, para que otro pelotero pueda pensar en superar la casi que infranqueable barrera de los 600 ‘’bambinazos’’.

En esa galería de grande entre los grandes, están el controvertido Barry Bonds, con 762 cuadrangulares; el formidable ébano de Georgia, Hank Aaron, con 755; luego el inmortal de los inmortales, Babe Ruth, con 714 estacazos de cuatro esquinas, en cuyo honor el batazo fue bautizado como ‘’bambinazo’’; sigue el inolvidable Willie Mays, con 660 tablazos de circuito completo; después Ken Griffey Jr., otro que está esperando su ingreso al Salón de la Fama, con 630 cuadrangulares; aparece enseguida, Alex Rodríguez, el discutido jugador que tiene muchas sombras sobre sus actuaciones deportivas, con 627 ‘’bambinazos’’, y dada su posible permanencia por lo menos en otras 5 temporadas más, los cálculos matemáticos que no deportivos, le auguran que superará los 700 batazos de circuito completo; sigue en esa lista, Sammy Sosa, con 609 jonrones y cuyo nombre no está del todo limpio para pensar en que puede ingresar fácilmente al grupo de los inmortales; y finalmente, Jim Thome con 602 cuadrangulares, cifra que puede mejorar, pues la falta concluir esta temporada, ahora con el uniforme de los Indios de Cleveland, la novena que lo llevó a la Gran Carpa, y con la cual, aparentemente, terminará su carrera deportiva.

Con una docena de temporadas despachando 30 o más cuadrangulares, con cinco participaciones en Juegos de Estrellas, tres veces seleccionado para intervenir en el Derby de Cuadrangulares; con nueve campañas fletando hasta el pentágono 100 o más carreras y con  un promedio de por vida, hasta el 31 de agosto del presente año, de 276 a la ofensiva, y 2.270 inatrapables conectados; y 1.666 carreras fletadas hasta el pentágono, Jim Thome sabe que las letras de molde en oro ya se mandaron a elaborar para que cuando llegue el día de ingresar al Salón de la Fama, la espera sea de muy pocos días, desde el mismo momento en que abandone los estadios y deje de lucir el bombacho de juego del equipo con el cual participe por última vez en las Grandes Ligas, luego de defender de manera brillante la de las novenas de los Indios de Cleveland, Filis de Filadelfia, Medias Blancas de Chicago, Dodgers de Los Ángeles y Mellizos de Minnesota.

Pocos peloteros  como Jim Thome se pueden dar el lujo de permitir que se esculque su vida deportivas hasta la saciedad, con la tranquilidad de conciencia y con el espíritu en alto, con verdadero orgullo, que su duro trajinar por el béisbol de las Grandes Ligas, es producto de su capacidad de juego, de sus condiciones físicas, de su modestia y dedicación para el deporte que le ha dado todo en la vida, llevándola hasta la inmortalidad, algo que se producirá en un abrir y cerrar de ojos, una vez se retire de los diamantes del béisbol.

Sobre Antonio Andraus

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