Hank Aaron: “El martillo de los jonrones”

Grande entre los grandes, Hank Aaron deja un legado de talento y de clase beisbolera difícil de olvidar. Don Sutton, más que un lanzador, toda una forma de jugar el béisbol de una manera diferente.

Henry Louis Aaron. (Imagen: VBM)

La sonrisa la tenía a flor de labios. Era jovial, cordial. Siempre dispuesto a responder cualquier pregunta que se le hiciera. Y le encantaba hablar con los periodistas latinos, porque el español le sonaba a música, aun cuando no lo entendía muy bien.

Henry Louis Aaron era su nombre de pila. Pero nadie lo conocía como tal. Otra cosa era decir Hank Aaron, pues se habla de  uno de los peloteros mas grandes en el béisbol de las Grandes Ligas. Fue uno de los jugadores que siempre disfrutó hasta mas no poder del juego todos los momentos buenos, que fueron muchos, como en los malos, que obviamente en más de una ocasión aparecieron en su excelsa ruta de la gloria y la inmortalidad.

‘’Lo que más impresiona de su personalidad — nos contó en alguna ocasión el estratega cubano y alto ejecutivo para entonces de los Bravos de Atlanta, José Martínez — es la forma en que irradia simpatía, respeto por el juego y el don de gentes que tiene para relacionarse con todos los amantes del béisbol’’.

Era más que cierto. Hank había sufrido estoicamente los vejámenes por ser afroamericano, a pesar de  que Jackie Robinson, el 15 de abril de 1947, había roto la barrera del color en las Grandes Ligas, al debutar con el uniforme de los Dodgers de Brooklyn, y él había debutado exactamente una década después en la Gran Carpa.

Alguna vez el inolvidable Reggie Jackson contó en su libro bibliográfico “El Señor Octubre”, cómo los peloteros de color tenían que esperar a que sus compañeros blancos del equipo les trajeran alimentos de los restaurantes a donde ellos estaban, porque por su color, no podían ingresar. Eso también lo padeció Hank Aaron.

Toda una fortaleza

Su capacidad de juego fue advertida desde los 16 años, cuando ya jugaba en la Liga Negra de béisbol profesional de los Estados Unidos. Y a los 20 años, ya estaba ocupando un puesto en los Bravos, para entonces, con sede en Milwaukee.

Su temperamento para el juego, su indiscutible clase, su manera de posicionarse en el campo, lo mostraron con toda la fortaleza necesaria para que se perfilará como uno de los más grandes peloteros afroamericanos de todos los tiempos.

El ídolo de Mobile, en Alabama, participó en 3.298 partidos, adueñándose hasta hoy, del mejor guarismo de todos los tiempos en la tabla de carreras remolcadas, con 2.297 fletadas hasta el pentágono; primero en batazos extras, con 1.477, y el pelotero con el mayor número de bases alcanzadas con sus batazos, con 6.856 almohadillas pisadas en su prolongada carrera, convirtiéndose además en uno de los defensores más respetados y conocidos en el mundo del deporte, en favor de los derechos civiles de su país.

Mantuvo con mucho entusiasmo jugar el béisbol desde cuando elevó a Jackie Robinson en uno de sus ídolos, y perseveró en hacer todo el esfuerzo necesario para llegar a la cúspide del juego, batiéndose a brazo partido para dejarse amilanar en momentos cruciales y difíciles, y conservando los pies sobre la tierra, cuando acariciaba los inmensos y valiosos triunfos.

Brazo y poder

En sus primeros años de béisbol, defendió la tercera base y custodiaba uno de los jardines, pero a medida que fue avanzando en la práctica de la disciplina, sus instructores lo guiaron a que se dedicara a patrullar el bosque derecho, dado su gran brazo y su poder al bate, y quienes lo aconsejaron, no estuvieron equivocados, pues en esa posición conquistó 3 guantes de Oro, 4 títulos como jonronero y 4 títulos más con el mejor guarismo de carreras empujadas en la misma cantidad de temporadas, honores todos conquistados en la Liga Nacional.

Con una armoniosa figura de 185 libras de peso de promedio y 1.83 metros de estatura, Hank sintió hasta el último momento, la sombra del racismo. (Imagen: AP News-VBM)

Participó en 21 Juegos de Estrellas, pero en su larga y brillante carrera, apenas pudo conquistar un anillo de Serie Mundial en dos participaciones de la Cita de Otoño, cuando en 1957 jugando con los Bravos derrotaron en siete desafíos a los siempre afamados Yanquis de Nueva York.

Con una armoniosa figura de 185 libras de peso de promedio y 1.83 metros de estatura, Hank sintió hasta el último momento, la sombra del racismo, recordando con nostalgia, años después, la forma en que fue vituperado por aficionados y algunos periodistas, después de superar, aquél 8 de abril de 1974, los 714 cuadrangulares que mantenía vigente como el “vuelacercas” de todos los tiempos, el también inmortal Babe Ruth, cuando se fue para la calle con el 715 “bambinazo” de su inigualable carrera.

Ese tablazo de Aaron fue frente a una oferta de Al Downing, de los Dodgers de Los Ángeles, ante 53.775 espectadores en el parque de pelota de los Bravos, situado por esos años, en la zona de Fulton, Georgia, una asistencia considerada la más grande en ese estadio, que se abarrotó una vez Hank había quedado a un cuadrangular, cuando frente a los Rojos, en Cincinnati, había disparado la pelota fuera del parque frente a Jack Billingham, cuatro días antes, para quedar en 714 tablazos de circuito completo.

Para nosotros, con el perdón de las estadísticas que señalan otra cosa, Hank Aaron seguirá siendo el hombre de los cuadrangulares de todos los tiempos, con sus 755 estacazos de vuelta completa, aun cuando Barry Bonds, 31 años más tarde, al abandonar el béisbol, dejara para la posteridad la marca de 762 “bambinazos”, cuya actuación está signada con el asterisco de la duda por presuntamente haber ingerido sustancias extra-deportivas para mejorar su rendimiento.

Sus estadísticas

Jugó para los Bravos, tanto de Milwaukee como de Atlanta, entre 1954 y 1974, y finalizó su carrera con los Cerveceros de Milwaukee, en la Liga Americana, jugando el 75 y el 76, una transacción que se produjo al concluir la campaña de 1974, cuando contratad para ser utilizado como Bateador Designado, norma que acababa de entrar en vigencia en el circuito.

Con los Bravos se apuntó 733 cuadrangulares, y los 22 restantes, los sumó con los Cerveceros en las dos campañas que jugó.

Por esas cosas de la vida, Hank Aaron es elegido para ocupar un nicho en el Salón de la Fama en 1982, en su primera aparición en la nómina de elegibles, acumulando una votación de 97.83 por ciento, y en esa misma votación, otro grande afroamericano, Frank Robinson, obtuvo el 89.16 por ciento, para alcanzar el cupo, en una llave que rompía por completo la línea del racismo en todos los ámbitos del béisbol de las Grandes Ligas.

Sus estadísticas muestran lo valioso que fue como pelotero para el juego del béisbol, y de acuerdo con las proyecciones, pasará mucho tiempo para que otro jugador alcance los numeritos que Hank acumuló en su carrera.

3.298 partidos jugados; 12.364 turnos al bate, 3.771 imparables; 305 de promedio de por vida; 2.297 carreras remolcadas; 2.174 anotadas; 755 cuadrangulares; 98 triples; 624 dobles; 1.402 bases por bolas con 293 de ellas de manera intencional; 1.383 ponches recibidos y 240 bases estafadas de los 313 intentos de robos.

En ocho temporadas conectó 40 o más cuadrangulares; en once campañas compiló 100 o más carreras impulsadas y en 15 temporadas sumó 100 o más carreras anotadas.

Su mejor campaña fue sin duda alguna la de 1957, cuando remolcó 132 carreras, la máxima cifra del año; se ungió como el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional y se acreditó el anillo de la Serie Mundial del clásico de ese año, nada más y nada menos que frente a los Yanquis de Nueva York, en siete desafíos.

En Series Mundiales

Aaron apenas pudo disputar dos Series Mundiales, ambas con los Bravos de Milwaukee, en los años de 1957 y 1958, en donde su equipo conquistó la corona en el 57 ante los Yanquis pero cayó en el 58 frente a los propios Yanquis, también en siete juegos.

En el 57, Hank tuvo una formidable actuación con 11 indiscutibles en 28 turnos, para promedio de 393, con 3 cuadrangulares despachados; 7 carreras remolcadas y 5 anotadas. En la Cita de Otoño del 58, en 27 turnos conectó 9 inatrapables, bateando para 333, se fue en blanco en jonrones, impulsó 2 carreras y anotó 3, cuando los Bravos fueron superados por los Yanquis.

Sutton y su combinación

Don Sutton: Valioso como pocos tuvo marca de 324 triunfos y 256 derrotas. (Imagen: El Fildeo-VBM)

Cuando Don Sutton apareció en el firmamento del béisbol de las Grandes Ligas, a sus 21 años, con el uniforme de los Dodgers de Los Ángeles, los expertos la auguraron muchos éxitos, como efectivamente ocurrió, por la forma diferente en cómo encaraba a los bateadores rivales.

Sutton combinaba estratégicamente el control y la variedad de sus lanzamientos frente a sus opositores con una elegancia tal, escondiendo su mano detrás de su cuerpo, que no les permitía adivinar con qué venía en su siguiente envío, pues su movimiento siempre era igual, por lo que les hacía la vida imposible en muchos pasajes de los partidos en donde actuó.

Sin embargo, Sutton sufrió lo indecible en Series Mundiales, participando en cuatro Clásicos de Octubre — tres con los Dodgers y uno con los Cerveceros de Milwaukee —, sin poder refrendar lo que hacía en las temporadas regulares en las contiendas de fin de año, y de paso, sin haberse podido acreditar un anillo en las Citas de Otoño.

Victorias y ponches

Valioso como pocos, Sutton tuvo marca de 324 triunfos y 256 derrotas, para 3.26 carreras limpias por juego, en su labor de 5.282 y un tercio de episodios trabajados en sus 774 partidos en donde intervino en la Gran Carpa, con los Dodgers, los Cerveceros, los Astros de Houston, los Atléticos de Oakland y los Angelinos de California.

Abanicó a 3.574 bateadores, entregó 1.343 bases por bolas, 102 de ellas de manera intencional; permitió 2.104 carreras, 1.914 de las cuales fueron limpias, y aceptó 472 cuadrangulares en su carrera.

Como pocas veces ya ocurre en los tiempos modernos del béisbol, Sutton laboró en 58 juegos cubriendo toda la ruta y en plan de relevista, se acreditó 5 partidos salvados.

En cinco temporadas alcanzó a 200 o más ponches propinados, y en 1976 mostró su mejor tarjeta en su larga carrera como lanzador, al obtener 21 victorias y 10 derrotas, con efectividad de 3.06 carreras limpias por juego.

Participó en 4 Juegos de Estrellas, y en 1977 fue exaltado como el Jugador más Valioso de la cita de mitad de año.

En las cuatro Series Mundiales en donde intervino, apenas ganó 2 juegos y perdió 3, con 5.26 de efectividad, en los 56 actos y un tercio laborados; con 30 carreras limpias de las 32 que le fabricaron, 7 cuadrangulares aceptados y 9 bases por bolas otorgadas.

En 1998, Don Sutton fue exaltado al Salón de la Fama, en su quinta aparición en la nómina de elegibles, con más del 80 por ciento de las balotas depositadas por los periodistas que hacen parte de la Asociación de Escritores del Béisbol.

Don Sutton abandonó este mundo el pasado 19 de enero; y el 22 de ese mismo mes, se nos adelantó Hank Aaron. Los dos pertenecen al grupo de los inmortales; los dos marcaron una vida de éxitos en el béisbol de las Grandes Ligas; y ambos, fueron dignos ejemplos del juego del béisbol.

Sobre Antonio Andraus

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