¡Fantasmas! Que los hay, los hay pero en la Candelaria

Un mariscal español, un enano galante con una mujer vestida de negro, son algunos de los fantasmas que, se dice, habitan en las viejas casonas del barrio La candelaria, de Bogotá, ¿Cómo son? Y ¿Por qué aparecen? Esto nos contaron los testigos.

Sean simples murmuraciones, producto de la imaginación popular o no, lo cierto es que estos extraños personajes han logrado resistir el paso de los años, y gracias al rumor popular, hoy, en pleno siglo XX, hacen parte del patrimonio histórico de la ciudad.

Tan elegante como Napoleón

Su uniforme es tan vistoso y elegante como los del Almirante Nelson o el mismo Napoleón: casaca azul con charreteras que le otorgan el rango de Mariscal de Campo, pantalón blanco y lustroso botas de cuero. Según William Fortich, miembro del grupo de teatro La Candelaria, éste es el personaje que algunos ex integrantes del grupo, vieron en una casona ubicada en la carrera 4ª No. 18-18, donde anteriormente tenían su sede.

Dice William, que cuando se investigó la historia de la casa, se pudo establecer, que a finales del siglo XV111 vivió allí sus últimos días, un Mariscal de Campo español, que al morir, enterró parte de sus riquezas. Esta historia llevó a que algunos de los propietarios de la casa, en busca del fabuloso tesoro, por poco la destruyeran. Finalmente, cuando encontraron algunas armas del siglo pasado, resolvieron dejar sus cimientos en paz.

Para Jaime Páez, propietario de un anticuario que funciona en uno de los locales, los misterios de la casa van un poco más allá.

«Fantasmas o no, ocurren cosas extrañas. A veces, a cualquier hora del día o de la noche, vemos que una luz pasa por debajo del piso del local, y su reflejo con toda nitidez, se cuela por entre las tablas, una noche me acosté en una cama que tenía en este rincón. Al otro día, sin ninguna explicación lógica, los libros de una estantería que estaba a cierta distancia habían caído sobre mi cama cubrían de pies a cabeza».

Un enano muy caballero

«Don Baltasar es un hombre de unas maneras muy refinadas. Por su manera de ser, es lo que podríamos llamar un hombre de mundo  de finales del siglo XVII», dice Héctor Jaramillo Hoyos, propietario de  restaurante museo El Mesón de las indias, ubicado en la calle 13 No. 5- 35, donde sus inmensos salones, adornados con muebles de la época, hermosa casona,  construida 416 años.

Las buenas maneras de don Baltasar y su gusto por las mujeres bonitas llegaron hasta España. Por eso, a Héctor Jaramillo, no le sorprendió que el presidente Felipe González, en uno de sus viajes a Colombia, lo visitara no sólo para almorzar, sino para que le contara la historia de don Baltasar.

«Para mí, y eso es lo que he podido averiguar hasta ahora, don Baltasar vivió en esta casa a finales del siglo XVII. Era un enano con algunas dificultades para caminar. Esto, y su condición de hijo bastardo de una doncella española, seguramente hizo que su familia lo ocultara de las miradas de la sociedad.

Hoy su fantasma, normalmente, habita en la ‘Celda del Optimista’, uno de los recintos del restaurante, donde, se supone, encerraban y castigaban a los esclavos. Casi siempre se le aparece a las mujeres bonitas. Precisamente la última en verlo fue una niña que, hace un par de años, asistía a una recepción. Según ella, era muy refinado en sus maneras y vestía ropas muy elegantes. Esa noche yo había contratado un enano para vestirlo y hacer representación de Don Baltasar, para que los invitados se hicieran una idea de él. Cuando la niña, pálida del susto vino y nos contó que acababa de ver un fantasma, que describió igual a don Baltasar, cancelé todo.

Al contrario de lo que ocurre con las mujeres, este fantasma es muy hostil con los hombres, y quienes tienen referencias de él, dicen ver mover muebles y objetos en forma estruendosa. Eso le pasó a un muchacho tolimense que trabajaba conmigo», termina diciendo Héctor Jaramillo.

Monjes sin cabeza

Los fantasmas religiosos no podían faltar, y su escenario son precisamente aquellas casas que la historia señala haber sido conventos o monasterios.

La primera en percibir la presencia de uno de esos fantasmas, fue la escritora Carmen Cecilia Suárez (autora del libro ‘un vestido rojo para bailar bolero’), quien motivada por esto, aspira a escribir un libro sobre los fantasmas de La Candelaria.

Cuenta Carmen Cecilia, residente actual de una vieja casa de la calle 10 No. 3-17, que una noche mientras se encontraba durmiendo profundamente, «de pronto, sin saber por qué, me desperté y sentí que alguien estaba conmigo en la habitación. Al mirar hacia un extremo, vi que una figura alta y delgada, vestida con hábito y /capuchón de monje, caminaba /de un extremo a otro de la habitación. Intrigada, pregunté: ‘¿quién está ahí?’, pero la figura continuó caminando y se desvaneció contra la pared.

Muchas veces también ocurre, que estando alguien de visita, así esté sentado de espaldas, intempestivamente vuelve a mirar hacía un rincón de la sala. Todos los que lo hacen, me afirman que sienten que una persona esta allí. En el tiempo que llevo viviendo aquí, no he vuelto a ver nada, pero la aparición del monje fue tan real, que estoy convencida de que ese personaje existe. Afortunadamente me resulta pacífico y tranquilo».

Investigando la historia de la casa, Carmen Cecilia pudo establecer que allí, alguna vez, existió un centro religioso.

Hasta los policías se desmayaron

Ni la policía, con sus armas y todo, se ha podido escapar a la influencia de los fantasmas de La Candelaria. En una vieja casona esquinera de la carrera 5a con la calle 10a, funciona actualmente la Alcaldía Menor de Santa Fe.

Cuentan sus empleados y uno de sus ex alcaldes, el capitán Antonio Pinzón, que hace algunos agentes de Policía que guardia, sintieron que a mí alguien bajaba por las escaleras. Al ir hacia allí para averiguar vieron que un monje sin cabeza bajaba caminando muy despacio por las gradas.

Nadie supo qué pasó e Lo único cierto es que, a cuando llegaron a trabaje policías estaban privados lo, con las armas en la n sin balas.

La historia repercutió durante los siguientes de difícil encontrar quién cuidara de noche. Y así mismo, dicen que los ladrones tampoco se atreven a aparecerse por el lugar.

Cuenta Rafael Villamizar casa fue construida en un para las monjas de la Comunidad de las Carmelitas y, según las crónicas de Bogotá, en su patio pueden estar escondidos tesoros que, por huir después de la Boyacá, los españoles se a enterrar allí. «Esto no mente confirmado. Las c como señas una casa c balcón se pueden ver la: de las iglesias del Carmen, la Catedral y San Ignacio, y desde el balcón de esa casa, antes de que una construcción que es se veían las tres torres», ahí están las crónicas y desmayados.

Y las mujeres que han sido víctimas de celos, también han llegado a engrosar las fantasmagóricas historias del viejo barrio.

Cuenta la tradición p hace muchos años, en Instituto Distrital de Cultura y Turismo, construida hacia 1592, se veía con mucha frecuencia una mujer que, totalmente vestida de negro, salía a caminar por los patios de la casa, como misa.

Algunas personas afirman era una muchacha que a finales del siglo XVII, y que acosada por los celos y el encierro a que la sometía su padre, se arrojo por uno de los balcones a la calle. Tiene tanto arraigo la historia, que cuando el Instituto inauguró su nueva sede para  revivir la leyenda, sus directivas vistieron una muñeca de negro  y la arrojaron, supuestamente, por el mismo balcón.

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