Con el cese unilateral al fuego, el «Diablo» tienta al Gobierno

 

A estas alturas y después de varios meses de negociación, la única pregunta posible y racional es: ¿En qué andamos con el cuento de la paz? Y una segunda ¿A quién le conviene realmente esta negociación en las condiciones en que se está dando? ¿Al País? ¿A las Farc ¿Al Presidente Santos? ¿A las Fuerzas Armadas? ¿A las Bacrim?

Pongámonos en contexto y de la manera más objetiva y realista posibles, y pensando solamente en el futuro y en el bienestar de un país como el nuestro, hagamos un  escaneo de la situación, más ahora cuando el diablo tienta a “Jesucristo”, y le ofrece un cese unilateral al fuego, indefinido

Empecemos.

¿Le conviene a las Farc? Si: ¡Claro que sí, porque   llevan más de 50 años echando plomo, y por este medio no han logrado alcanzar ni siquiera la alcaldía del pueblo más pobre y apartado de Colombia. De esos años, la mitad la han dedicado al narcotráfico, al despojo de tierras, al secuestro,  y esto  ha convertido a los que están en Cuba negociando, y a otros cabecillas que esperan con paciencia el fin de esa negociación, en multimillonarios. Esta danza de millones mal habidos, solamente beneficiará a este grupo élite, porque el guerrillero raso, ignorante e ingenuo, seguirá tan pobre  como lo fue antes, durante y después de la guerrilla, pues en su mayoría son campesinos reclutados a la brava.

Los burócratas guerrilleros solamente esperan poder legalizar esas tierras a su nombre, e igualmente proteger los millones de dólares que tiene “camuflados” en el extranjero y por añadidura, que la Corte Penal Internacional se olvide de ellos; que se les permita hacer política y ser parte de la burocracia oficial que combatieron y no pudieron vencer a plomo ni cometiendo crímenes  excecrables.

¿Al presidente Santos?, también le convendría ¡Que mejor que ser el presidente de la paz!  y pasar a la historia con ese sello honroso,  cosa que ninguno de sus antecesores alcanzó en 60 años. Lo malo es que en aras de ese título y de un premio Nobel de Paz, -que muy en su fuero interno lo seduce-, está dispuesto a dejar como delitos conexos el narcotráfico, el secuestro y el homicidio. Delitos que solamente  serían juzgados por nuestra fallida justicia, pues para La Corte Penal Internacional son delitos comunes, y no de lesa humanidad. Cosa distinta sería que el Presidente, antes que hincar levemente la rodilla, como ya lo está haciendo, negociara con honor la dignidad de más de 40 millones de Colombianos honestos.

¿A las Fuerzas Armadas? Paradójicamente,  como en el caso de la guerrilla, a los comandantes de estas fuerzas que conforman “la gran burocracia militar”, y a muchos mandos medios y bajos, no les convendría el fin del conflicto, ya que el presupuesto militar se reduciría considerablemente y muchos generales de las tres fuerzas: Ejército, Armada y Fuerza Aérea, y  policía, así como coroneles, mayores, capitanes, sargentos, cabos, etcétera, encargados de manejar este presupuesto, no podrían seguir lucrándose de la compra frecuente de aviones, armamento pesado y pertrechos.

Da rabia ver las mansiones y patrimonios  que exhiben con orgullo algunos generales y oficiales, que  tienen asignado un sueldo que en ningún caso alcanzaría para tales lujos. Incluso no necesitaríamos de tanto general con prebendas extras en su salario, pues con tres o cuatro de ellos en cada arma sería suficiente para  que desfilen en las fiestas patrias del 7 de agosto y el 20 de julio.

¿A las Bacrim o bandas criminales? Sí, y no. Sí, porque les quedaría un territorio solo para ellas y sus ejércitos privados, donde usufructuarían todo cuanto generan sus delitos, sin tener que pagarle un impuesto a la guerrilla, que por demás es alto. Además, podrían fortalecer mucho más sus alianzas con los carteles extranjeros como los mexicanos, sin un intermediario como la guerrilla, pues estas bandas se sienten con suficiente poder para enfrentar a nuestras fuerzas armadas.  Y No les convendría porque a la sombre de la guerrilla podrían trabajar sin que las fuerzas armadas hagan un frente común contra dichas bandas conformadas por delincuentes “pura sangre”. De alguna manera, la lucha contra las Farc es una cortina de humo que distrae, e indirectamente protege el desarrollo de sus “negocios”.

¿Al país? Pues a Colombia es a la que más le conviene un proceso de paz; sería absurdo  afirmar lo contrario. La paz da crecimiento colectivo, desestresa a una sociedad, despeja el futuro y permite brindar educación salud y estabilidad individual y colectiva. Genera turismo, crecimiento y desarrollo. ¿Pero de cuál proceso y de qué tipo de paz hablamos? Porque si es una paz en la que tengamos que compartir nuestro espacio, nuestra consideración y nuestro diario vivir con unos verdugos que, ricos, gordos y orondos se pasearan por nuestras narices, no sería una paz real. Por el contrario, una carga con más herencia de odios como la que hemos recibido a lo largo de muchos años, y  como semilla de las múltiples guerras que ha vivido y sufrido este país hermoso llamado Colombia.

Si con tal de lograr esta paz, le agregamos impunidad, y le añadimos los  delitos conexos de secuestro, narcotráfico y homicidio, los más seguro es que  durante los siguientes 50 años vamos a estar pagando las condenas a las que nos sometan las cortes internacionales; el fallo de la reciente condena de la Corte Penal Internacional,  que obliga a Colombia a pagar una millonaria suma por lo ocurrido en  el Palacio de Justicia, es  un pálido ejemplo de lo que podría suceder.

El Diablo tienta a al Gobierno. La oferta de las Farc de un cese indefinido y unilateral de hostilidades, parecería una jugada maestra y una trampa en la que no puede caer el gobierno. Con este “careo” ante la comunidad internacional, buscan la ventaja que siempre han querido y tenido para rearmarse, para fortalecerse. El deber de las Fuerzas Armadas  de Colombia  es defender la integridad de los colombianos, y ellas no pueden actuar “de tú a tú”, con un grupo como este.

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