Cocaína, a propósito de una conferencia inútil

Por: Juan Restrepo

Cartagena la XXXII Conferencia Internacional para el Control de Drogas. (Imagen tomado de www.eltiempo.com)

Cartagena la XXXII Conferencia Internacional para el Control de Drogas. (Imagen tomado de www.eltiempo.com)

Del 2 al  5 de junio, se reúne en Cartagena la XXXII Conferencia Internacional para el Control de Drogas. En ella las autoridades colombianas recordarán, como siempre, que acabaron con los infames carteles de Medellín y Cali pero pasarán de puntillas sobre la realidad de que hoy hay carteles de droga tan poderosos o más que esos dos, y sobre el hecho de que el negocio de la droga sigue viento en popa.

En los últimos 20 años en Colombia han capturado casi un millón de narcotraficantes; han extraditado a Estados Unidos 2.026 por esta causa, han muerto por la misma casi dos mil policías; se han destruido cerca de 17 mil laboratorios clandestinos y son millones de toneladas lo que se ha incautado de cocaína, heroína y drogas sintéticas.

Cada vez que cae un narcotraficante y las autoridades lo enseñan como un gran trofeo y un paso más para acabar con ese delito, lo único que pasa es que corre el escalafón, un nuevo capo reemplaza al muerto o detenido y el negocio sigue tan próspero como en tiempos de Pablo Escobar.

Centro de Convenciones (Imagen tomada de www.eltiempo.com)

Centro de Convenciones (Imagen tomada de www.eltiempo.com)

El narcotraficante es un negociante de riesgo, un eslabón necesario en un asunto de oferta y demanda. Una masa de consumidores en Estados Unidos y Europa demanda cocaína y unos negociantes en Colombia se apuntan a llevarla, la ilegalidad de la operación es otra cosa. El problema de fondo es la droga, término que implica consumidores, intermediarios y, por supuesto, cultivadores en el caso de la coca que es de lo que más se habla.

Porque este último es uno de los aspectos más olvidados. Los cultivadores de hoja de coca son eslabones fundamentales en esta cadena. Así que detengámonos un momento a considerar lo que este cultivo supone para un campesino colombiano.

Una hectárea de tierra produce unas dos cosechas anuales de maíz, pongamos por caso, cosecha que puede valer unos 400.000 pesos. A lo que hay que restarle el alto costo de sacarla al mercado en Colombia, país con pésimas vías de comunicación. Esa misma hectárea puede producir tres o cuatro cosechas anuales de hoja de coca que, haciendo un cálculo muy bajo, vale unos 2.500.000 pesos  cada una, que se le pagan al productor en origen. ¿A quién se le ocurre que se pueda pedir a ese campesino que siembre maíz?

El drama de Colombia es que hace 30 años este país no tenía este problema. La hoja de coca se producía fundamentalmente en Bolivia, en donde tenía un uso ancestral; su derivado, la cocaína, se llegó a producir legalmente en Perú para uso farmacéutico; y, cuando fue ilegal, la exportaban a Norteamérica los chilenos, encabezados por los Huasaf, una familia de origen sirio-libanes.

Esto simplificando mucho las cosas porque la historia es más compleja. Como complejas son las razones por las que el negocio llegó a Colombia. El hecho es que este país asumió en la década de los años 1970 el cultivo de hoja, la producción de cocaína y la exportación del alcaloide. Y la inmensa mayoría de la sociedad colombiana asumió encantada un negocio que inundó el país de dólares.

Esa es la razón para que Colombia sea el único país de Latinoamérica que tenga aún hoy una guerrilla como las FARC. El razonamiento de la guerrilla es muy sencillo: “De la cocaína se benefician la burguesía, la banca y los políticos ¿por qué no nos vamos a beneficiar nosotros para hacer la revolución?”

Las FARC comenzaron “protegiendo” al campesino cultivador de hoja de coca y terminaron metidos en el negocio. Puesto que las condiciones de oferta y demanda seguirán intactas cuando se firme el acuerdo de paz -–si es que se firma algún día— entre el gobierno colombiano y las FARC, el negocio continuará tan lucrativo y sangriento como siempre.

Las bandas ya existentes y las que creen los guerrilleros que no estén de acuerdo con lo firmado en La Habana serán sus continuadores. Y los delegados de los países a futuras conferencia internacionales sobre el control de drogas se seguirán reuniendo e intercambiando experiencia y estrategias, un ejercicio que hoy parece bastante inútil.

Sobre Juan Restrepo

Periodista. Incorporado al plantel de Televisión Española durante 35 años, fue corresponsal de TVE en Extremo Oriente, Roma; México, desde donde cubrió Centro América y el Caribe; y Bogotá, para la Zona Andina

Comentar