Ay, mi llanura…

(Imagen: Masaya Experience)

Dice el himno del llano en, palabras del inolvidable Arnulfo Briceño, “Embrujo Verde donde el azul del cielo se confunde con tu suelo en la inmensa lejanía”. Estas son estrofas bellas pero con sentido oculto que pueden tomarse como que la magnitud de la naturaleza, no solo es embrujo sino suelo, quizá para recordar que hasta allí llega la maledicencia de actores y gobernantes que pasan y se van, dejando amarguras miserias y rastrojos de ese paisaje inolvidable, pero… ¿Por qué? ¿De dónde surge esta reflexión que más que reclamo es un gemido de impotencia? impotencia ante lo que han significado, para ser breve, la historia de titulares como “Refinerías”, Chirajaras, Matapalos y dirigentes encarcelados sin condena , ni vergüenza, al amparo de electores amnésicos.

Pero hagamos un alto para otro título Aterrador “Bioenergy”, una esperanza que llega a un municipio casi existente, solo vigente en la realidad de señores feudales que lo defendieron de la vecindad de un país, que no logró envolverlos en la realidad de la Colombia llanera. De la rapiña entre las armas y las falsas promesas, ni de la existencia de manos armadas de diferentes calibres y motivaciones, logro surgir Puerto López entre armas buenas y calibres perversos, entre cultivos de pastos para producir carne y otros para avivar la imaginación.

En plena crisis de angustia de un llano petrolero que inundo la llanura con esperanzas imposibles de cumplir, sembrando paraísos deleznables para luego huir sin dejar en su partida, más que el desasosiego del regreso a la pobreza, de los suelos estériles agravados por la contaminación del dinero fácil y los fenoles del aceite en su herencia maligna, sobre las aguas cristalinas.

Pero llegó la esperanza merecida, la transformación de las siembras ruinosas, en creación de materia prima requerida por la revolución energética de “Combustibles Amables”, en una labor que además enriquecería los suelos y tal vez haría posible el renacer del “Embrujo Verde” del juglar del Meta.

Lamentablemente, de la mano del despilfarro del petróleo estatal, se inflaron los precios de las tierras, se creó un comercio abusivo que entrego toda su codicia ante una demanda elástica, que nunca ha conocido el verdadero valor del dinero.

En una inversión inflada por la generosidad del dinero fácil del energético estatal, se invierten activos por más de US$ 760 millones de dólares en un Disney de la fantasía, a cuyo lado crecieron impuestos prediales impagables, con el patrocinio de alcaldes abusivos, y subieron los salarios a niveles imposible de absorber por otras actividades de menor brillantez.


Y eso, como todo paraíso sin sustento, se derrumba no solo por la realidad que aquí presentamos, sino por la competencia del mismo Estado colombiano que permitió la importación de materiales sucedáneos a precios subsidiados por nuestros patrones del imperio norteño, para terminar en el Epilogo con una frase conocida “Ahora quien podrá salvarnos” ante una quiebra que al valor de hoy puede alcanzar los US$ 512 millones.


Pobre Llanura.

Sobre Víctor G Ricardo

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