A veces ya no llegan cartas.

 “LÓPEZ, SUS DEMONIOS, AMORES Y BATALLAS POLÍTICAS”

Por: María Inés Pantoja.

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El mejor perfil que he viso de un hombre público definitivamente es este libro, porque la protagonista fue la CARTA, apasionante forma de comunicación, intima y coloquial, que usó López para conversar con él mismo, y que la periodista Diana Sofía Giraldo, leyó, cuido y ordenó con gran rigor y talento, como si fuera el más sigiloso de los curadores de arte.

De manera magistral junto, logro lo que pocos han hecho, mostrarnos a un hombre a través de sus misivas. Y no creo equivocarme al decir, que les presentó a Alfonso, Juan Manuel y Felipe, a un papá que amaron, admiraron, pero que seguro desconocían.

Qué maravilla de libro, que privilegio tenerlo, que gusto saborearlo.

“López, sus demonios, amores y batallas políticas,” es una forma de novela no-ficción, es un periodismo-literatura, que lograron a lo largo de la historia grandes como  Gay Talese, Truman Capote, Graham Greene, García Márquez, Cortázar, Borges, Hemingway, Tomas Eloy Martínez, entre muchos otros, que primero fueron periodistas y después grandes escritores y grandes biógrafos.

Pero a propósito de la Carta, protagonista de esta nota, y que origina la “biografía epistolografica” del ex presidente colombiano, hay que decir que es muy difícil pensar, que quienes nos sucedan, quieran mañana, con el fin de armar un perfil humano,  tratar de indagar sobre el contenido de los twits, chats, mails y demás mensajes electrónicos que hoy inundan el ciberespacio, pero que no dejan nada en el alma de quienes los envían y menos entre quienes los reciben o leen.

Comparar una carta de las viejas, de esas que se habían convertido desde antes de Cristo  en un estilo literario llamado epistolar, no tiene nada que ver, con los garabatos gramaticales de hoy, donde la U y la E le sobran a la Q para  decir QUE, o donde un muñequito llamado “meme”,  te indica el sujeto, el verbo y el predicado de una frase.

Pero bueno, mi tema no es contra eso que hoy se llama comunicación, virtual o “meme”-grafía”, sino a favor de aquella nostálgica carta que mucha veces, llena de sellos de correo y con los bordes del sobre en azul y rojo, llegaba para darnos noticias de la mano de un cartero casi siempre perseguido por un perro.

De las filosóficas cartas de Cicerón y Sócrates, pasando por las clandestinas  cartas  de amor de hombres y mujeres enamorados, las elocuentes misivas políticas que cambiaban el rumbo de las cosas, las cartas cristianas de san Pablo y san Mateo a los efesios y atenienses, las encíclicas de los papas, las cartas de la nostalgia y el desamor  de héroes como Bolívar a su prima Teresa, a la “trinografia “en no sé cuántos caracteres,  hay un trecho casi tan grande como la humanidad.

Difícil encontrar hoy un encabezado que diga…”querida mía…” o una refinadísima y protocolaria despedida como…”aprovecho la ocasión para reiterarle mi estima  y mi mas rendida admiración…”

Amo las cartas, su olor, sus recorridos, sus historias, pero con la invasión del medio electrónico en todas sus formas, la carta considerada género literario, ha ido perdiendo el valor epistolar que tuvo desde épocas que ya no contempla la memoria.

Las cartas que más se escribieron en nuestra historia humana, son cartas de amor, muchas veces impregnadas de aromas insinuantes, o manchadas deliberadamente con un tímido impreso color carmesí.

En un arranque de “modernismo”, hace muchos años, las cartas  sufrieron el mayor atentado a su existencia, con la aparición del  telegrama, pues éste empezó a comerse las palabras, a convertir las palabras en siglas y a desfigurar los contenidos para reducirlos a su mínima expresión.

A propósito usted también cometió cartas de amor? Escóndalas de sus nietos, porque… qué oso.

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